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Vida en la Palabra: Cristianos, cristinos y cristianoides

(Liliana Daymar González – Periodista).-

Supongamos que vives en la antigüedad y un ángel de Dios se te aparece para alertarte del diluvio que caerá sobre la tierra y destruirá a todos los seres vivos bajo el cielo. La única posibilidad de salvarte es entrar a la monumental arca de madera que construyó en tierra seca el lunático Noé (apodado así por creerle a Dios).
Al caer las primeras gotas de lluvia los truenos anuncian la tormenta, las palmeras doblan sus cuerpos y tú corres en dirección al arca; al darte cuenta que está cerrada, golpeas la puerta y pides a gritos te dejen subir. Y es tan sólo por la misericordia de Dios que llegas al único lugar donde hallarías la salvación.
Una vez dentro, los cánticos de Noé y su familia alabando a Dios te devuelven la paz. Te sientes santo, puro y a salvo en ese lugar, pero al trascurrir los días los animales del arca expiden olores nauseabundos, se ensucian con sus propios excrementos, el rugido de las fieras te ensordece, las murmuraciones de los loros son intolerables. El arca no es tan agradable como al principio. Prefieres salir y perderte como un náufrago antes de permanecer conviviendo un minuto más entre aquella bestialidad.
Eso les sucede a los religiosos, asisten a las iglesias porque sienten paz, alaban a Dios y experimentan supremo gozo, pero cuando la basura amontonada dentro del ser humano sale a la luz, expidiendo mal olor, se horrorizan; su primera reacción es salir corriendo. Desdeñan la oportunidad que les ofrece el Señor de edificar sus vidas en tiempos de diluvio. Jesús los llamó «hipócritas», (Mt. 15:7) «sepulcros blanqueados», (Mt. 23:27) simulan ser más santos que Dios, son incapaces de discernir que a donde vayan los alcanzará su propio hedor humano. No sólo las iglesias alojan ladrones, chismosos, adúlteros, herejes, éstos también son huéspedes del mundo. Dios vino a buscar lo vil y menospreciado para avergonzar a los sabios. «¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo?» (Lc. 6:41) Todos tenemos fallas e incurrimos en errores, el que con su índice señala los pecados de los  otros cuide de no caer. Vivimos rodeados de tentaciones «no juzgues y no serás juzgado; no condenes y no serás condenado; perdona y serás perdonado» (Lc. 6:37).
Los templos albergan a los cristinos, se parecen a los cristianos, pero no lo son. Escuchan la Palabra y no la aplican, andan un ratico con Dios y otro con el diablo, amoldan las Escrituras a su conveniencia, lo que no les «parece» simplemente lo descartan. Se identifican con un pececito pegado al automóvil, tienen el último CD de Marcos Witt, pero con la misma boca que alaban a Dios escupen maldiciones y groserías por doquier. Los cristianoides por su parte, se congregan algún domingo del mes, cantan coritos, pero también, visitan al brujo para que los ensalme, por aquello «de que vuelan vuelan». Aman al mundo y todo lo que hay en él, adulteran, se emborrachan,  pecan  y no sienten temor de Dios.
Jesús dijo: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama» (Jn. 14:21). El genuino cristiano tiene a Jesús como el dueño y salvador de su vida, obedece sus estatutos, no acostumbra a señalar faltas, se dedica a restaurar y a edificar vidas en amor, aborrece la iniquidad, siente remordimientos y profundo pesar cuando se ha dejado seducir por los ofrecimientos del mundo. Ejercita el dominio propio para crucificar los deseos de su carnalidad.
No te confundas, ni dejes que tus faltas y los errores de los hombres te aparten del Señor. Dentro del  arca de Dios conviven todas las especies: cristianos, cristinos y cristianoides. «Puestos los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe» (Heb 12:2) «prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Fil. 3:14)
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com

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