(Liliana Daymar González – Periodista).-
Hace más de dos mil años Cristo derrotó en la cruz la enfermedad y la muerte. Todos los que creemos que Jesús murió y resucitó al tercer día somos llamados hijos de Dios y herederos de sus promesas. Una de sus fieles promesas la hallamos en el libro de Jeremías 33:6: «He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad». Si estás padeciendo alguna enfermedad física o espiritual, aprende, memoriza y decreta la Palabra de Dios para que vivas. He visto muchísimas respuestas a oraciones de sanidad cuando se declara la poderosa Palabra de Dios.
«Hijo mío, -dice el Señor- está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis razones. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo» (Proverbios 4:20). La Palabra de Dios es vida y medicina para el cuerpo. Aquí te dejo diez de los muchos versículos bíblicos que te devolverán la salud y le darán vigor a tus huesos. ¡Decláralos con fe día y noche! Repítelos con insistencia y el Señor apartará de ti toda enfermedad y dolencia.
«Porque escucho la voz de Dios y hago lo que Él considera justo, y cumplo sus leyes y mandamientos, Él no traerá sobre mí ninguna de las enfermedades que envió sobre los egipcios. Él es el Señor, que me devuelve la salud» (Éxodo 15:26).
«Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53: 4-5).
«Sáname, Señor, y seré sanado; sálvame y seré salvado, porque tú eres mi alabanza» (Jeremías 17:14).
«El Señor me dará salud y me curará; me sanará y hará que disfrute de abundante paz y seguridad» (Jeremías 33:6).
«Señor mi Dios, te pedí ayuda y me sanaste» (Salmo 30:2).
«Tú Señor, eres quien perdonas todos mis pecados y sanas todas mis dolencias» (Salmo 103:3).
«Él envió su palabra para sanarme, y me rescató del sepulcro» (Salmo 107:20).
«No he de morir; he de vivir para proclamar las maravillas del Señor» (Salmo 118:17).
«El Señor me restaura cuando estoy abatido y cubre con vendas mis heridas» (Salmo 147:3).
«Si el Espíritu de Aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en mí, Él mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a mi cuerpo mortal por medio de su Espíritu, que vive en mí» (Romanos 8:11).
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