(Liliana Daymar González – Periodista).-
Jorge dio un portazo, pateó a la mascota, dijo dos groserías y se sentó sosteniendo su cabeza con ambas manos. La familia tiembla; ¡otra vez papá llegó de mal humor!, los niños corren al cuarto, y la esposa camina en círculos por el apartamento, no se atreve a hablar, pues la escena se viene repitiendo hace varias semanas y siente temor a ser maltratada por enésima vez.
Jorge es víctima de la opresión financiera. Y no es que viva en pobreza, o que no tenga un trabajo estable, lo que sucede es que sus gastos superan sus ganancias, el sueldo no le alcanza para llevar la vida que cree merecer.
Somos esclavos de las finanzas cuando el dinero toma el control total de nuestra mente y corazón.
La sintomatología de la esclavitud financiera somete al individuo a un estado de nervios elevado, vive preocupado, hace cálculos mentales, revisa sus cuentas varias veces al día, siempre está de mal humor, grita, ofende; ¡no hay quien lo aguante! Lo absurdo del asunto, es que sabe que no puede pagar el lujo, pero se lo da de todas formas. Así que se ajusta los grilletes y sin vacilar recarga aún más sus tarjetas de crédito, va y compra un televisor de alta definición y se pasea por el concesionario porque tienen la intención de cambiar el auto por otro del año.
«Los que quieran enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores» (1ª Timoteo 6:10).
El problema no es el dinero, es el amor al dinero lo que trae aflicción espiritual, porque quien se somete a él está bajo el poder y la influencia de Mammón, el dios de la riqueza y el consumismo. El apego y el amor desmedido hacia el dinero extravían la fe, porque el dinero desplaza el lugar que le corresponde a Dios en el corazón del ser humano. El hombre rico no duerme tranquilo, tiene pesadillas de robo, pérdida y bancarrota. Aquel que hace del dinero un ídolo y lo entrona en su corazón cae en la desdicha, la zozobra y el sufrimiento. Para ser libres de la opresión financiera debemos aprender a administrarnos a la manera de Dios.
Siete pasos hacia la libertad financiera
1- Paga tus deudas a tiempo. La Biblia dice que Jesús pagó sus deudas, y cumplió con los impuestos (Mateo 17:24).
2- Dale el primer lugar a Dios y verás como tus necesidades serán satisfechas. ¡Ojo!, las necesidades no la codicia (Mateo 6:33).
3- Evita solicitar préstamos con altos intereses «el que toma prestado es siervo del que le presta» (Proverbios 22:7). Es como si te montarás en una caminadora estática, te mueves, pero no avanzas y en ocasiones los intereses superan al pasivo, llevándose los activos y de ese modo nunca alcanzarás libertad financiera.
4- No salgas de fiador por otro. «Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; mas el que aborreciere la fianza vivirá seguro» (Proverbios 11:15).
5- Cuidado con las compras caprichosas, y con las comidas en la calle. Allí se va gran parte de los recursos.
6- Diezma y ofrenda para que la paz y las bendiciones te sigan. Sé generoso. Jesús dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir» (Hechos 20:35).
7- Establece un plan de ahorros. No te consumas lo que tienes y lo que no tienes también. Decide guardar un porcentaje de tus ingresos mensualmente. Planifica tu futuro.
Y recuerda, donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón (Mateo 6:21). Lo más importante que tienes no lo compra el dinero: Familia, salud, amor, paz, y una relación estrecha con el Señor. ¡Eso debe ser tu prioridad!
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