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Vida en la Palabra: Recupera la alegría, Liliana Daymar González

¿Qué cosa sueles perder con facilidad? ¿Los lentes? ¿Las llaves? ¿El celular? Y ¿con cuánta frecuencia pierdes la alegría?
Sin temor a equivocarme, creo que la alegría es lo más fácil de perder. Por medio de una llamada, una conversación, un programa radial o con solo echarle una mirada a los titulares del Twitter, tu alma puede llegar a abatirse. La Biblia enseña que el secreto para no perder el gozo espiritual es estar alegres en la esperanza, pacientes en el sufrimiento y perseverantes en oración (Romanos 12:12).
Un cristiano con la llama del amor de Dios encendida no pierde su alegría por causa de malas noticias, pues su corazón está siempre firme y confiado en Dios. David, el salmista de Israel, dijo en el Salmo 94:19: «Cuando en mí la angustia iba en aumento, tu consuelo llenaba mi alma de alegría».
Para vivir alegres en la esperanza debemos iniciar cada día dando gracias a Dios. Personalmente le doy gracias al Señor por velar mi sueño durante toda la noche y por regalarme un nuevo amanecer; bendigo su santo nombre, le hablo de mis angustias y Él me responde librándome de todos mis temores. Haz tú lo mismo, presenta hoy ante Dios cada una de tus carencias, tu llanto, tu ansiedad para que compruebes su bondad. Mira la aflicción como una oportunidad para acudir a Cristo y ser consolado amorosamente por su Santo Espíritu. «Dios siempre está cerca para salvar a los que no tienen ni ánimo ni esperanza» (Salmos 34:18. TLA).
La clave para permanecer alegres y pacientes en el sufrimiento, como Dios quiere, es dejar de concentrarnos en los problemas propios y dedicarnos a ayudar al prójimo con los suyos. Cuando favorecemos a las personas que sufren igual o más que nosotros aumenta nuestra felicidad, porque «hay más dicha en dar que en recibir» (Hechos 20:35. NVI). Ser de bendición para otro ser humano es un refrigerio para el alma. Calmar el hambre de un niño, cuidar de un anciano, auxiliar a un enfermo, compartir todo lo que tenemos produce gran alegría. ¡Prueba y verás! Ni los problemas, ni los sufrimientos, ni las dificultades, ni siquiera los peligros de la muerte pueden quitarnos el gozo de amar a nuestros semejantes y servir a nuestro Dios.
La alegría es un don de Dios. El gozo es un fruto del Espíritu Santo. Solo los que viven anclados a Cristo conservan un corazón alegre que hermosea su rostro. Si has perdido la alegría, dile a Dios en oración: Señor: «hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación; sostenme con tu espíritu generoso» (Salmos 51:12).

Liliana Daymar González
Periodista
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com

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