Las nuevas tecnologías no dejan de sorprendernos con la multitud de innovaciones que un día sí y otro también sacan al mercado. Es un continuo frenesí de inventos, un no parar de inundarnos con artilugios a cual más sofisticado y sorprendente, que supuestamente nos harán la vida más fácil y divertida. Los hay de todas las clases y para todas las ocasiones, abriendo ante nosotros todo un mundo desconocido al que podemos acceder gracias a ellos, pareciendo que sin los cuales la vida es gris y sin significado, si bien, realmente, en muchos casos, se trata de objetos prescindibles y hasta necesariamente prescindibles.
Los defensores de las hipótesis evolucionistas tienen ante sí un nuevo eslabón para explicar el proceso evolutivo de la especie humana, dado que estamos asistiendo al surgimiento de un nuevo prototipo al que se puede denominar androide o humanoide, al girar su existencia alrededor de aparatos, mecanismos, aplicaciones, dispositivos y cachivaches sin fin, sin los cuales no es nada. El androide es un ente, un híbrido, mitad hombre y mitad máquina, aunque la segunda mitad controla a la primera.
El problema del androide es que se ha convertido en un ser atontolinado y atolondrado, absolutamente hipnotizado por el embrujo de chirimbolos cuasi-mágicos que demandan su atención 25 horas al día.
Y en esta sucesión de novedades inacabables para tener entretenido al androide ha aparecido el juego de buscar a Pokémon. En cualquier parte puede hallarse escondido el dichoso muñequito; desde un parque a un centro comercial; desde una playa a una discoteca; desde un monumento a un edificio oficial. Sea en Tokyo, Madrid, París o Nueva York, buscar a Pokémon es la última y poderosa tendencia que mueve al androide…, hasta que los mantenedores de este sistema de cosas le asombren con otra fascinante fabricación en una rueda inacabable de sorpresas.
Esa búsqueda de algo virtual, o sea irreal, define bien el problema no ya del androide solamente sino del ser humano en general. Porque a fin de cuentas la búsqueda de naderías podría ser el compendio de la historia de la humanidad, en una cadena ininterrumpida que comenzó en tiempos remotos, cuando el ser humano decidió dar la espalda a su Hacedor, para convertirse él mismo en hacedor de sus propias fantasías.
Nadería o vaciedad es el término empleado por los profetas de Israel para describir la falta de sustancia de los dioses que inventamos los humanos. El mismo vocablo también se utiliza para la palabra vapor. Por tanto, tal como el vapor es inconsistente así son las ensoñaciones que el hombre elabora al renegar de Dios.
En uno de esos profetas está escrito lo siguiente: ‘Se alejaron de mí y se fueron tras la vanidad y se hicieron vanos’.1 Hay un proceso de causa y efecto en ese pasaje. Todo comienza con el alejamiento del verdadero Dios, alejamiento que es la causa que provoca la búsqueda de naderías; pero esas naderías, a su vez, convierten en vacíos a quienes las siguen. De manera que el texto enseña dos grandes verdades: Primera, que cada cual se apropia del carácter y naturaleza de lo que sigue; segunda, que el resultado de seguir a lo falso es la destrucción de sus seguidores.
Pero hay otra búsqueda muy distinta a la anterior y es la que esos mismos profetas proclamaron. ‘Buscadme y viviréis; y no busquéis a Betel, ni entréis en Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal será llevada en cautiverio y Betel será desecha’.2 Ahí se habla de búsquedas falsas, en las que muchos de aquel entonces empleaban sus energías. Igual que muchos de ahora. Búsquedas que acaban en vaciedad, fracaso y ruina. Pero frente a ellas se alza el llamamiento del verdadero Dios, un llamamiento que tiene las siguientes cualidades:
1. Es bondadoso, porque nos invita a la búsqueda que colma nuestro anhelo.
2. Es eficaz, porque con el mandato va aparejada la promesa.
3. Es único, porque no existe otra alternativa semejante.
4. Es sencillo, porque hasta un niño puede entender sus términos.
No gastes tu tiempo y tu energía persiguiendo fruslerías. No te conviertas en un androide. Más bien, emplea tu tiempo y tu energía en la búsqueda que tiene remuneración imperecedera y sublime. Busca a Dios, para que seas humano en plenitud.
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1 Jeremías 2:5
2 Amós 5:4
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Wenceslao Calvo
Pastor y conferencista