Una palabra conveniente es siempre útil por su contenido y porque es oportuna, verdadera y liberadora aunque sea dolorosa

“Manzana de oro con figuras de plata es la palabra dicha como conviene” (Proverbios 25:11).
Se dice que la lengua se resbala mucho porque está en un lugar muy húmedo. Es una forma muy indirecta de decir cuán impertinente suele ser. Sin embargo, cuando hablamos de la lengua aludimos a la palabra, al verbo, la comunicación que es bella y atractiva cuando se sabe usar. Solo tenemos que recordar algún verso o estrofa de una canción o himno para sentir como el alma sensible se colma con su belleza.
Pero aún el verso más perfecto pierde su brillo cuando no se expresa adecuadamente. Un instrumento puede ser tocado o ejecutado; nunca suena igual para quien aprecia la diferencia. La buena ejecución da vida al instrumento, acaricia el alma y la hace dócil a su influencia. Así es la “palabra dicha como conviene”. Es expresada oportunamente, útil para quien la escucha y –definitivamente- como una “manzana de oro en una bandeja de plata”.
Puede que sea un consejo, una exhortación o una reprensión, pero su valor es invariable. Una palabra conveniente es siempre útil por su contenido y porque es oportuna, verdadera y liberadora, aunque sea dolorosa. Siempre corrige, advierte o edifica.
Dios usó el verbo para revelarse al hombre y comunicar su consejo; palabra creadora y viva; siempre bella en su intención y efecto. Nunca oculta ni lo bueno ni lo malo en el corazón del hombre, está bien dicha y como conviene.
Pero su valoración la otorga el oyente atento. A veces nos toca darla y otras recibirla. Como Dios lo disponga. El mercader halló una perla preciosa y vendió todo para adquirirla. Este es el valor de la “palabra dicha como conviene”, y la respuesta de quien sabiamente la reconoce.
Eduardo Padrón
Pastor, comunicador y escritor
edupadron@gmail.com