Venezuela: lo que tenemos que hacer, además de orar y ayunar, es llenar nuestras vidas con la Palabra de Cristo para que la paz de Dios gobierne nuestros pensamientos y corazones
A mediados del año 1999, en la ciudad de Valencia tuve la preciosa oportunidad de escuchar por primera vez al Rvdo. Jaime Botello con la conferencia titulada: ¿Cómo manejar un mal permitido por Dios?, eso fue una experiencia que marcó mi vida a nivel profético por la manera tan ungida y la llenura del Espíritu Santo con que el Rvdo. Botello ministraba esa palabra tan maravillosa y poderosa sobre el futuro que le esperaba a Venezuela. Han pasado 21 años y parece que fue ayer todo lo que Dios nos ministró en esa conferencia respecto a lo que sucedería en nuestra querida Venezuela y Él no ha dejado caer a tierra ninguna de sus palabras (1 Samuel 3:19).
Desde hace un tiempo me he visto constreñido a escribir un poco sobre lo que es el MAL.
Y en ese sentido, el Diccionario Enciclopédico Océano define el “Mal” de la manera siguiente: 1.- Lo contrario al bien; lo que se aparta de lo lícito y lo honesto. 2.- Daño u ofensa. 3.- Desgracia, calamidad. 4.- Enfermedad, dolencia. Por supuesto hay otras acepciones, pero en esta ocasión tomaremos el “Mal” como desgracia, calamidad. Como expresa el diccionario, la desgracia: 1.-Suerte adversa. 2.-Caso o acontecimiento adverso o funesto. 3.- Motivo de aflicción, originado por un acontecimiento contrario a lo que convenía o se deseaba. Y a la calamidad el diccionario la define así: 1.- Desgracia o infortunio que alcanza a muchas personas.
Para darles un ejemplo claro y terrible de lo que es una desgracia o un mal inesperado, fue lo sucedido con la fuerte explosión en el Puerto de Beirut, en el Líbano, el 4 de agosto de este año y lo más horrible aún es la aparición de una enfermedad infecciosa y muy contagiosa llamada “COVID-19”, reportada por primera vez el martes 7 de enero de 2020, por el CDC de China (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades) en la ciudad de Wuhan, provincia de Hubei, China, cuya enfermedad se extendió por el planeta y ha infectado a más de 25 millones de personas, mientras que la cifra global de decesos se sitúa en más de 843.000, según reporta la Universidad Johns Hopkins para el 12 de agosto del mes en curso.
Ahora bien, hay una gran diferencia cuando las desgracias o desastres llegan de una manera imprevista como lo arriba señalado y otra cuando el mal cualquiera que este sea se anuncia con antelación y con mucha claridad y este sería el caso precisamente de nuestra amada Venezuela.
Para todos nosotros los que hoy conformamos el pueblo del Señor, es conocida la visión que Dios le mostró a un Pastor sobre el futuro político de Venezuela, cuando él vio la silla presidencial en el Palacio de Miraflores y de una manera cronológica todos los presidentes que gobernarían a Venezuela, comenzando con el Dr. Raúl Leoni hasta la segunda presidencia del Dr. Rafael Caldera, luego vio un gran árbol que se levantaba detrás de la silla donde estaba sentado, de pronto apareció un hacha que dividió el árbol en dos partes y una gran mancha roja que cubrió la silla, esto sucedió en el pueblo de Temblador, edo. Monagas en 1963.
De igual manera en 1983, un Pastor tuvo una experiencia donde se le decía sobre la ruina, escasez, hambruna y pobreza que pasaríamos y que Venezuela se convertiría en la cola, la burla de las naciones del mundo, perdiendo el prestigio entre estas. Por su parte, en enero de 1984, Dios le dio un sueño profético a un evangelista donde le dijo: “Se avecinan tiempos difíciles para Venezuela”, y se le mostró una gran cantidad de combates violentos en todas las ciudades de Venezuela y vio miles de muertos por toda Caracas, después que todo terminó, vino una gran persecución para el pueblo del Señor. Todavía nada de esto se ha cumplido, pero ya se han presentado muchos de los escenarios que tienen que ver directamente con ese sueño.
Luego el Señor en ese mismo año en el mes de junio le dio una revelación muy clara a otro evangelista sobre la división del país en dos mitades, el tsunami de cultos esotéricos, brujería, hechicería, magia, palería y todo tipo de prácticas de ocultismo; mostrándole que el territorio nacional sería lleno de toda clase de altares y otras cosas muy tristes que sucederían y que ya se cumplieron.
Para 1988, hace 32 años el Señor le reveló claramente a otro Pastor la visión política de los tres golpes que ocurrirían en Venezuela, dos de los cuales según entiendo ya se cumplieron. Y en el año 1992, hace 28 años el Señor le reveló al pastor Jaime Botello la experiencia relacionada con el título de este artículo denominada “Cómo manejar un mal permitido por Dios” y le mostró con lujo de detalles todos los grandes cambios políticos que se darían y se repetiría la historia del gobierno de Antonio Guzmán Blanco, el examen histórico que la iglesia del Señor tendría que presentar, el nacimiento del Movimiento Bolivariano, y el resurgimiento de espiritismo, y también se le dijo: “Yo usé la espada de Bolívar para libertar a esta nación, pero ahora lo haré con la espada de mi Espíritu”.
Finalmente, para el año 2018, la profecía que el Señor dio por medio de un Pastor mediante la cual nos dijo: “Si ustedes se humillan les quitaré el yugo que he puesto sobre Venezuela”. Como podemos apreciar de todas estas referencias proféticas, el Señor de forma permanente y con anticipación ha venido hablando sobre los males que vendrían para nuestra amada Venezuela. Por esta razón considero que, habiendo sido advertidos por el Señor debemos estar en paz y descansar en sus brazos de amor y de misericordia.
Sin embargo, cuando la desgracia o la calamidad llegan de sorpresa como los casos arriba mencionados, para aquellos que nos hemos arrepentido de nuestros pecados, hemos recibido al Señor Jesucristo, tenemos el perdón de Dios, nacimos de nuevo y conocemos al Dios de la Biblia, lo primero que debemos hacer es aceptar con mucho dolor lo que pasó y luego acercarnos confiadamente al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro, aferrarnos a su palabra escrita, confiar plenamente en sus promesas y de esa manera recibiremos inmediatamente de parte del Señor toda la consolación, fortaleza y ánimo que necesitamos para poder soportar todo ese dolor y esas pérdidas tan grandes y poco a poco nuestra fe se irá fortaleciendo, creciendo y luego vendrá la paz, tranquilidad, confianza y seguridad que da el Señor. Por tanto, la angustia y la desesperación se alejarán de nosotros; esto no será de un día para otro, sino que será de forma progresiva.
La Biblia está llena de muchos ejemplos de todos aquellos que confiaron y se apoyaron en las promesas de Dios en medio de grandes tribulaciones, desgracias, persecuciones y salieron victoriosos y triunfantes. En Hebreos 11 hay una larga lista de todos ellos.
Cuando el Señor advirtió a partir del año 1963 los males o desgracias sobre el futuro de Venezuela, la gran mayoría del pueblo de Dios no creyó, incluyendo a pastores y líderes, y lo más grave aún siguen sin creer lo que falta todavía por cumplirse, a menos que Dios mismo lo detenga, por supuesto la iglesia no se preparó ni está preparada para enfrentar y soportar todo lo que hasta ahora hemos pasado y lo que vendrá; ya que solo nos hemos dedicado a orar, clamar, ayunar y hacer declaraciones proféticas para que Dios intervenga de inmediato y termine por completo toda esta horrible pesadilla que lleva años con nosotros; esa es una parte muy importante, pero hemos dejado de lado la otra parte sumamente valiosa (Mateo 23:23) y es precisamente lo que el Señor Jesucristo y los apóstoles enseñaron. «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad yo he vencido al mundo». El apóstol Santiago nos aconseja: «Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor: He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo». El escritor a los hebreos les dice: «Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún, no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado». El apóstol Pablo «después que fue apedreado en la ciudad de Listra, lo daban por muerto se levantó y se fue con Bernabé para Iconio y Antioquia, confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos al reino de Dios». Pablo le escribe a la iglesia de Roma y pregunta: «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, peligro o espada? Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni por lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Juan 14:27, 16:33; Santiago 5:10-11; Hebreos 12:3,4; Hechos 14:19, 21-22; Romanos 8:35-39).
Todos estos pasajes de la palabra de Dios y muchos otros nos llevan a comprender que no puedo ni debo quedarme pasivo e inerte, mientras estoy esperando la respuesta o intervención de Dios, todo lo contrario, ahora es cuando realmente necesito trabajar en mi vida con esa herramienta e instrumento poderoso que es su Palabra para erradicar y contrarrestar todos mis temores, miedos, dudas, incredulidad, angustias, preocupaciones, alteraciones nerviosas y todas esas emociones, pensamientos, sentimientos que son completamente opuestos a Dios y a su preciosa Palabra, los cuales se adueñan de nuestra vida cuando llegan las malas noticias cualesquiera que estas sean, ya que nuestra vieja naturaleza o vida pasada es la que nos gobierna y la nueva vida en Cristo con todo su potencial de paz, gozo, tranquilidad, felicidad y atributos de Dios, está totalmente apagada, sin vigor ni fortaleza y el amor de Dios que todo lo puede y la fe pareciera que se diluyeron dentro de nosotros, cuando precisamente por medio de ese amor y la fe es cuando somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
La Palabra de Dios es una herramienta poderosa para destruir todas esas fortalezas carnales y diabólicas que se levantan dentro de nosotros para derrotarnos y robarnos todas las cosas maravillosas que Dios ha puesto dentro de nosotros y dejarnos vacíos, endebles, acobardados, depresivos y pare usted de contar lo que cada hijo e hija de Dios sentimos cuando llega ese día malo de forma inesperada.
Es aquí donde necesitamos comprender cómo la iglesia del Señor debe manejarse ante un mal permitido por Dios, y prepararse y no estar repitiendo siempre la misma expresión: Dios tiene el control, Dios tiene el control cuando eso es obvio. Lo que tenemos que hacer, además de orar y ayunar, es llenar nuestras vidas con la Palabra de Cristo para que la paz de Dios gobierne nuestros pensamientos y corazones y revestirnos de la nueva vida en Cristo que se nos dio y despojarnos cada día de la pasada manera de vivir con sus vicios y costumbres, renovándonos en el espíritu de nuestra mente, creciendo en el conocimiento del Hijo de Dios a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo Jesús, despojándonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corriendo con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, ya que esa es la única manera de ser llenos del Espíritu Santo al no satisfacer los deseos de nuestra vida carnal, mundana y pecaminosa, para que pueda aparecer el fruto del Espíritu Santo y no continuar citando o mencionando versículos de la Biblia sin ejercer fe sobre los mismos y hacer nuestras las palabras del apóstol Pablo a la iglesia de Corintios: «Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en sujeción, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado».
Orlando Anzola
Ministro del Evangelio