
“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén” (1ª Pedro 4:10-11).
El Señor nos ha dado a los cristianos una responsabilidad maravillosa: nos ha llamado a realizar su obra aquí en el mundo. ¡Qué admirable que el Dios Todopoderoso, quien puede hacer todas las cosas, nos invite a atraer a las personas a Él, ayudar a sus hijos a alcanzar la madurez espiritual y ayudar a los necesitados!
Ser siervos del Señor significa que nos ponemos bajo su autoridad, prestamos atención a sus instrucciones y cumplimos con sus mandamientos. Con nuestras propias fuerzas, esta tarea es imposible, pero cuando nos sometemos a Dios y confiamos en Él, el Señor nos proporciona todo lo que necesitamos.
El Padre celestial siempre capacita a sus hijos. Comienza desarrollando en nosotros un carácter como el de Cristo. Luego, a medida que cooperamos con su Espíritu, Dios transforma un corazón egocéntrico, en el corazón de un siervo que se deleita en dar respuesta a las necesidades de otros. Y el Señor también da a cada creyente el don espiritual que necesita para realizar el trabajo que le ha encomendado.
Dios hace la invitación, y da las fuerzas y la capacidad. Todo lo que Él espera son servidores dispuestos a participar en la gran aventura. Únase al Señor, utilice sus dones espirituales y tenga un impacto para Cristo en este mundo.
Charles F. Stanley
Pastor, maestro y escritor