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Cómo transformar un juicio en misericordia, Eliseo Rodríguez

Siempre que queramos transformar el juicio en misericordia, debemos confesar el pecado, y rogar a Dios que, por Cristo, nos manifieste su gracia y perdón

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La Biblia afirma en el Salmo 19:9 que los juicios de Jehová son verdad, todos justos. Y en Apocalipsis 15:3, en el cántico de Moisés y del Cordero aprendemos a decirle a Dios: “… justos y verdaderos son tus caminos, rey de los santos”. La Biblia dice que justicia y juicio son el cimiento del trono de Dios (Salmo 89:14).
De esta manera podemos entender mejor lo que el apóstol Pablo dice en Romanos 1:18, que “… la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad”. A tal manera es así, que el salmista dijo: “Honrad al Hijo, para que no se enoje y perezcáis en el camino, pues se inflama de pronto su ira” (Salmo 2:12).
La Biblia da evidencias que en algunos momentos de la historia, la ira de Dios vino sobre aquellos que determinaron pecar y no arrepentirse. Miremos estos ejemplos:
Dios le dijo a Noé: “He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos”. La Biblia dice en Génesis 6:5 que “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos, era de continuo solamente el mal”. Aun cuando Noé fue pregonero de justicia, o sea, un vocero de la justicia divina para aquella generación, el mundo de sus días persistió en su maldad. El ministerio de Noé duró más de 100 años, sin embargo, la Biblia deja claro que aquellos hombres desobedecieron cuando una vez esperaba la paciencia de Dios. Por tanto, el juicio fue irreversible y, excepto Noé y su familia, los demás parecieron anegados en agua (2ª Pedro 2:5).
Igualmente sucedió con Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas. La Biblia deja ver en Génesis 19:13 que el clamor contra ellos había subido de punto delante de Dios. Allí vivía el justo Lot, de quien dice la Palabra que se abrumaba por la nefanda conducta de los malvados, y afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos. Por tanto, Dios tuvo que consumir con fuego y azufre las ciudades y sus habitantes, no sin antes, sacar fuera a Lot y a su familia. Estos son juicios justos de Dios.
Ahora, por la Biblia sabemos que los juicios más terribles están por acontecer durante la Gran Tribulación, después que Cristo arrebate a su iglesia para que disfrute de la Cena de las bodas del Cordero. De hecho, la Palabra revela que al final de los tiempos, hay un día llamado “el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5).
Pero hoy les quiero mostrar que cuando Dios ha determinado hacer uno de sus justos juicios, él mismo ha dejado un método, que puede transformar el juicio en misericordia. Les invito a mirarlo conmigo.
El método divinamente ordenado de que les hablo se llama, la ley de la interposición. Cuando la rebeldía del pueblo de Dios en el desierto llegó al colmo, la Biblia dice que Dios trató de destruirlos, de no haberse interpuesto Moisés su escogido delante de él, a fin de apartar su indignación para que no los destruyese (Salmo 106:23). Así que, sin la oración intercesora de Moisés, la justa ira de Dios hubiese caído sobre el pueblo.
El hecho fue que cuando Israel hizo el becerro de oro en el desierto, Moisés pidió a Dios misericordia y le rogó que fuera clemente para con el pueblo. Pero al orar por Israel, Moisés no minimizó el horrendo pecado que se había cometido. Antes, le dijo a Dios: “Este pueblo ha cometido un gran pecado”. Entonces le pidió que perdonara la maldad de ellos. Y Dios lo hizo conforme a la petición del intercesor, pues, en lugar de enviar su juicio, les dio una oportunidad más de vida (Éxodo 32:31-32). Siempre que queramos transformar el juicio en misericordia, debemos confesar el pecado, y rogar a Dios que, por Cristo, nos manifieste su gracia y perdón.
Asimismo, cuando María y Aarón murmuraron contra Moisés, el juicio de Dios se hizo notar, pues la lepra brotó en la piel de María. Pero Moisés oró a Dios y le dijo: “Te ruego, oh Jehová, que la sanes ahora”. En respuesta misericordiosa al clamor del intercesor, María fue limpia de la lepra, y siete días después, regresó al campamento, e Israel continuó su avance hacia la tierra prometida (Números 12:1-16). Todavía hoy la murmuración es pecado, y atrae, por tanto, la ira de Dios sobre quien lo practica, pero si hay arrepentimiento y confesión a Dios, por su Hijo Amado, el Padre celestial dispensa misericordia.
También Dios mismo le brindó a Salomón la ley de la interposición, y se lo dijo el día de la dedicación del templo en Jerusalén. Dios expresó a Salomón que si a causa del pecado del pueblo, él enviaba juicios a Israel, si aquel pueblo se humillaba, y oraba y buscaba su rostro y se convertía de sus malos caminos, él oiría desde los cielos, perdonaría el pecado y sanaría su tierra (2 Crónicas 7:13-14). La santidad de Dios no ha cambiado, por tanto, la obstinación del corazón del hombre, tiene retribución divina. Pero la oración de arrepentimiento hecha en el Nombre de Jesús, sirve para transformar el juicio en misericordia.
Este mismo método de interposición frente a la justa ira de Dios, lo usó Habacuc, quien orando le dijo a Dios: “En la ira, acuérdate de la misericordia” (Habacuc 3:2).
Amados, la base de toda esta gracia, es Cristo Jesús y su sacrificio vicario hecho a favor nuestro en la cruz del Calvario. Dios no nos ha puesto para ira sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo (1ª Tesalonicenses 5:9). El mundo está viviendo una etapa de juicios terribles, porque los hombres han desacatado las leyes morales de Dios. Pero la iglesia es sal de la tierra, y estamos aquí para preservar los valores de la santidad divina a través de la oración y el testimonio. Por tanto, este es nuestro momento para usar el recurso de la interposición, y decirle al Señor: “Sea tu misericordia sobre nosotros, según esperamos en ti” (Salmo 33:22).
¡Éste es el método divino para transformar el juicio en misericordia!

Eliseo Rodríguez
Pastor, teólogo y escritor

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