(Fernando Alexis Jiménez – Pastor).-
No ha logrado comprender todavía en qué momento se desencadenó la crisis. Su vivienda, otrora morada de una familia apacible, con una esposa que invariablemente lo esperaba en las tardes con una amplia sonrisa, y unos hijos que se colgaban de su cintura y no lo dejaban caminar hasta que prometía jugar con ellos un buen rato, ahora se había convertido en un infierno.
Llegaba al hogar y estaba desolado. Generalmente su cónyuge no estaba. Había salido donde una amiga, estaba en casa de su madre o tal vez dando una vuelta por ahí. Los hijos tampoco estaban. Uno en el colegio y el otro, donde un amiguito. La soledad era absoluta. La vivienda parecía más grande que de costumbre debido al peso de la soledad, tan densa que casi se podía palpar.
Pronto se cansaba de ver televisión y de repasar los canales del mayor hasta el menor en numeración, sin encontrar un programa que llamara su atención. La radio tampoco era un aliciente. Fue entonces cuando descubrió un ejemplar de la Biblia. Había estado en la biblioteca, junto a los libros de geografía e historia, pero no había tomado conciencia de su existencia. Y comenzó a leerla para «matar el tiempo», si es que el tiempo se puede matar.
Buscó a Dios en medio de la desesperación y las cosas parecieron cambiar. Lentamente, pero cesaron las tensiones. Fue entonces que se preguntó: «¿Qué garantiza que esta aparente tranquilidad tenga continuidad y que mi hogar no se desmorone?». Allí fue cuando comenzó el fin, porque como en una obra teatral en la que todos esperan la orden del director, los problemas se confabularon y la relación se fracturó definitivamente. Él todavía culpa a las circunstancias y piensa, incluso, que Dios no lo ayudó. Olvidó que fue él quien dio cabida a la duda…
¿Ha dudado alguna vez?
Seguramente usted ha cedido alguna vez a la tentación de cuestionar si aquello que ocurre, se mantendrá hasta que el milagro ocurra en su plenitud. Un enfermo puede dar cabida a la incredulidad y sospechar que todavía no es sano. Tal vez quien enfrenta una deuda y ha clamado con fe a Dios, puede sentir temor de que la deuda cobre fuerza y entonces cae…
Una situación así es la que relata el Evangelio. El Señor Jesús después de pasar tiempo en oración, fue en búsqueda de los apóstoles que atravesaban el mar de Galilea en una barca. Ellos pensaron que se trataba de un fantasma. «Pero Jesús inmediatamente les dijo: —¡Tranquilos, soy yo! No tengan miedo. Pedro le contestó: —Señor, si eres tú, haz que yo vaya hacia ti caminando sobre el agua. Jesús le dijo: —¡Ven! Pedro salió del bote, caminó sobre el agua y fue hacia donde estaba Jesús. Pero vio que el viento era fuerte, tuvo miedo, se empezó a hundir y gritó: —¡Señor, Sálvame! Jesús de inmediato lo tomó de la mano y le dijo: —Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?. Y cuando ellos subieron al bote, el viento se calmó» (Mateo 14:26-33. Santa Biblia, la Palabra de Dios para todos).
Cuando sienta que la sensación de miedo o tal vez albergue pensamientos de duda, no permita que las circunstancias tomen fuerza. Vaya al Señor Jesucristo en Oración. Pídale la fortaleza para vencer. No deje que los hechos le roben la poca convicción que pueda tener sobre la existencia de un Dios de poder y de gloria para quien no existe nada imposible. Usted nación para triunfar sobre la incredulidad… Nada podrá detenerlo… Los milagros ocurrirán…
No deje pasar este día sin tomar la mejor decisión de su vida: recibir a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida. ¡Su existencia será transformada!
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