
Recuerda que el verdadero arrepentimiento implica un cambio interior que se traduce en un cambio exterior. Tendrás que hacer un gran esfuerzo. No esperes que la solución sea mágica. Dios hará por ti lo que no puedes hacer por ti mismo, pero Él no hará lo que tú sí puedes hacer.
…Toma en serio la decisión de cambiar. No vuelvas a pasar por los lugares en que ‘tropezaste’. Quema cuanto tienes de literatura, música, videos y todo lo que tenga que ver con tu vida pasada. Si tienes que formatear tu computadora hazlo; si tienes que venderla, véndela; si tienes que empezar a vivir sin teléfono, comienza hoy. No parecerá esto excesivo a un discípulo de Aquel que dijo: «Si tu ojo derecho te hace pecar, sácalo y tíralo… Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala. Es mejor que pierdas parte de tu cuerpo a que todo el cuerpo sea echado al infierno» (Mateo 5:29-30. PDT).
…Además de la confesión y el arrepentimiento el proceso de restauración incluye el perdón. Piensa en quienes te hayan herido o defraudado. Todos somos lastimados y también lastimamos. A esas heridas profundas, a la necesidad de perdonar y sentirse perdonado solo las resuelve la gracia infinita de Dios.
El perdón es una condición indispensable en el camino a la sanidad. No saldrás de la adicción a menos que estés dispuesto a pagar este ‘gran precio’ de perdonar a quienes te hicieron daño.
No confundas perdón con reconciliación. El perdón es unilateral y necesario para la sanidad total aunque la relación no vuelva a ser la misma. Los límites suelen ser necesarios para no volver a ser lastimados.
El mejor antídoto para erradicar la amargura y el resentimiento es la gracia. La persona que te hirió te ha dado jurisdicción en su propia vida. Si lo envuelves con gracia, su vida podría cambiar. Lo peor que te haya sucedido puede ser transformado en la mejor bendición de Dios para ti y para los que te rodean.
José Luis y Silvia Cinalli
Pastores, consejeros y escritores
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