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Dios escoge a los débiles, Liliana González de Benítez

Dios busca vasijas de barro para demostrar el sublime poder que viene de Su divinidad y no de nosotros

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Dale gracias a Dios porque no eres superdotado, ni eres un nuevo rico presumido. Bendito sea el Señor, porque tú y yo estamos en el grupo de los rechazados, de los desamparados, de los menesterosos, de los pobres de espíritu, de los que lloran, de los que sufren injusticias, porque Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse (1ª Corintios 27-29).
Desde el principio de los tiempos Dios se ha deleitado con nuestras debilidades, a Él no lo atraen los autosuficientes, ni los genios de este mundo; Él busca vasijas de barro para demostrar el sublime poder que viene de Su divinidad y no de nosotros.
A lo largo de toda la Biblia podemos ver como Dios usa a los débiles para humillar a los eruditos y a los de noble cuna. Usó a Abraham en su vejez, y lo hizo padre de multitudes; escogió al tartamudo Moisés para libertar a Israel; al inseguro Gedeón para luchar contra los madianitas; a Rahab, la prostituta, para salvar a los espías israelitas; a David, el joven pastor, para destruir a Goliat; a una viuda pobre para alimentar al profeta Elías; eligió a Pedro, un pescador tosco e impulsivo, para convertirlo en uno de los principales apóstoles; y a Saulo de Tarso, el perseguidor de los cristianos, lo transformarlo en el apóstol Pablo…
Como puedes ver, estas personas, además de ser corrientes, tenían otra cosa en común: Amaron a Dios y le creyeron con todo su corazón, con todas sus almas y con todas sus fuerzas (Deuteronomio 6:5). Eso bastó para que Dios hiciera proezas a través de ellos.
No escondas tus defectos o imperfecciones, bástate en Su gracia; porque el poder del Señor se perfecciona en la debilidad. Pablo dejó escrito: “Por eso haré alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo” (2ª Corintios 12:10). Las dificultades económicas, los defectos físicos, las incapacidades intelectuales, las enfermedades crónicas, las privaciones, los temores, nos hacen depender totalmente de Dios, porque mientras más débiles somos, más fuertes nos hacemos por el poder de Cristo Jesús.
Teresa de Calcuta afirmó: “Si Dios encuentra a una persona que sea más inútil que yo, va a hacer cosas aún más grandes a través de ella”.
Dile a Dios: “Señor, lo que me hace fuerte es reconocer que soy débil. Gracias, porque cuando te recibí a ti también recibí tu poder que se perfecciona en mi debilidad”.

Liliana González de Benítez
Periodista y autora
lili15daymar@hotmail.com

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