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¿Dónde has puesto tu confianza?, Liliana González de Benítez

Reconoce que durante los buenos y los malos tiempos has experimentado la bondad de Dios

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Nuestros miedos más profundos pueden ayudarnos a descubrir dónde hemos depositado nuestra confianza. Si tememos perder la salud, el salario y los bienes materiales estamos parados sobre arena movediza, porque ninguna de estas cosas dura para siempre. Los que confían en Dios están plantados en un terreno firme, pues “el que no eximió ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos concederá también con Él todas las cosas?” (Romanos 8:32).
Algunos cristianos, aun conociendo las maravillosas promesas del Señor, luchan con el miedo. Les cuesta mantener su confianza en Cristo. El apóstol Pablo enseñó en Colosenses 3:16 lo que podemos hacer para vivir firmes en la fe: “Que la palabra de Cristo habite en abundancia en ustedes, con toda sabiduría enseñándose y amonestándose unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales, cantando a Dios con acción de gracias en sus corazones”.
Pablo no decía estas cosas de la boca para afuera. Él era un hacedor de la Palabra. Estando encarcelado con su compañero Silas en un lóbrego calabozo en Filipos, y después de que ambos fueran despojados de sus ropas, azotados, torturados y forzados a permanecer con los pies sujetos a un cepo, adoraron con himnos y cantos espirituales al Dios de su salvación (Hechos 16:25).
Eso es lo que nosotros debemos hacer en las circunstancias atemorizantes. En medio de la confusión y el miedo necesitamos abrir la Biblia y leer un pasaje o un salmo. A mí me gusta el Salmo 27. Es llamado el himno de la confianza. Allí, el rey David hace una declaración de fe: “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién tendré temor?” (Salmo 27:1).
David conocía a Dios, por eso confiaba en Él. Su confianza provenía del tiempo que dedicaba a la oración y la meditación en la Palabra del Señor. Sabía que nada de lo que pudiera sufrir lo podría separar de Su gran amor. Las personas que no conocen a Dios dudan de Su bondad, no pueden depositar su confianza en Aquel que no conocen.
Los creyentes decimos que conocemos a Dios, pensamos que confiamos en Él, pero nuestra ansiosa manera de vivir muestra lo contrario. Necesitamos buscar persistentemente un mayor conocimiento de Dios. Solo los que conocen a Dios rebozan de una esperanza segura mediante el poder del Espíritu Santo (Romanos 15:13).
David enfrentó a lo largo de su vida muchísimo sufrimiento con su corazón firme y confiado en Dios. En la hora de la angustia clamó: “Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo” (Salmo 27:4).
La esperanza de David no era el deseo etéreo de que mejorara su situación o que su vida se tornara más fácil. Su verdadera esperanza era la seguridad deslumbrante de que viviría para siempre en la presencia del Señor. No existen problemas, dolencias, enfermedades, pandemias que puedan robarnos la esperanza gloriosa que tenemos en Cristo Jesús.
Reconoce que durante los buenos y los malos tiempos has experimentado la bondad de Dios. Por lo tanto, si hoy te sientes amenazado por las circunstancias, no temas. Sigue el ejemplo del apóstol Pablo y el rey David: canta un himno a tu Dios, ríndete a Su voluntad y confía en Él.

Liliana González de Benítez
Periodista y autora
lili15daymar@hotmail.com        

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