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El egoísmo en el matrimonio

El egoísmo es la marca de la posmodernidad en nuestras vidas, consiste en la actitud de pensar solo en nosotros mismos. La sociedad en muchas ocasiones nos está llevando a ser más individuales e independientes, quiere que solo pensemos en nuestros propios deleites y beneficios, hace que no  tengamos en cuenta a los demás, ni sus necesidades; precisamente el apóstol Pablo señaló que «habría hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, detractores, desobedientes a los padres, ingratos, sin santidad, sin afecto, desleales, calumniadores, destemplados, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, arrebatados, hinchados, amadores de los deleites más que de Dios» (2ª Timoteo 3:2. RV 1909), es decir, que el egoísmo podría tomar tal control sobre nosotros y hacer que no pensemos en nadie más.
El mensaje de Jesús es el del amor, totalmente contrario al egoísmo; por este motivo en la relación matrimonial se hace necesario dejar de pensar en mí para pensar en mi pareja, no llegamos al matrimonio para seguir cumpliendo mis sueños particulares sino para cumplir nuestros sueños comunes, ¿sabes cuáles son los sueños de tu cónyuge?, ¿sus anhelos?, y más que eso… ¿Cuáles son sus sueños juntos?, ¿sus programas y proyectos?
Lo complejo de todo esto es dejar de pensar en mí, para comenzar a pensar en el prójimo, por esto debemos analizar los resultados del egoísmo: falta de perdón, envidia, celos, competencia mal sana, entre otros; solo cuando entendemos el verdadero sentido del amor de Dios comprendemos el propósito de lo Él quiere hacer en nuestras vidas, las Escrituras declaran en Filipenses 2:3, «No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie. Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes» (NVI). ¡Que tremendo!, o sea que para no ser egoístas debemos pensar ¿yo no soy mejor que los demás? ¿Cuántos somos capaces de reconocer que nuestra pareja es mejor que nosotros? Que orgullo que la persona que amamos pueda alcanzar logros personales, profesionales o tal vez recibir un aumento de salario, ¿acaso todo esto no es bendición para nuestro hogar y un ejemplo para nuestros hijos?
Jesús es el mejor ejemplo de una persona sin egoísmos: «La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!» (Filipenses 2:5-8. NVI).
Sin duda alguna, si queremos vencer este pecado, debemos darle a Dios el primer lugar en nuestras vidas y reconocer que somos egoístas, si Él está donde le corresponde nos ayudará a dar la importancia a nuestro cónyuge y a la relación.
De hecho, el dejar de ser egoístas es una clave para el mejoramiento de nuestra intimidad sexual, no debo pensar en mi satisfacción personal sino en la satisfacción de mi pareja; cuando nacemos de nuevo dejamos de enfocar nuestra vida en nosotros mismos y ponemos la mirada en Jesús, y Él nos enseña que nuestras vidas son para su servicio, de ahí que una persona o una pareja que ha tenido ese tiempo de intimidad con Dios quiera destinar su tiempo, sus recursos y su vida a servir a los demás; la Biblia lo enseña: «Que nadie busque sus propios intereses sino los del prójimo» (1ª Corintios 10:24. NVI), servir a nuestra pareja debería ser un gusto y una oportunidad de coquetear con mi cónyuge y de enamorarnos de nuevo además un dechado de detalles para mantener la relación.

Milena Varón y Jaime A. Garzón Barrios
Articulistas
jaimegarzon.1@gmail.com

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