(Fernando Araujo – Articulista).-
El libro IV de los Salmos nos da una descripción bastante sencilla de oraciones y alabanzas de Israel hacia Jehová, y nos revelan la verdad, no de una manera abstracta, sino en términos de experiencias humanas y sufrimientos por los cuales tiene que pasar el pueblo de Dios.
En el Salmo 91:3, leemos: «El te librará del lazo del cazador», ahora bien, no sabemos a ciencia cierta quién escribió este Salmo si Moisés o David, podríamos pensar que fue Moisés ya que del Salmo 90 sí sabemos que su autor es Moisés.
Si pensáramos que fue Moisés ese cazador, lógicamente sería el rey de Egipto que quería dar muerte al pueblo de Israel.
Si fue David el que lo escribió, pensaríamos que ese cazador sería Saul ya que quería acabar con él.
Aunque este versículo puede ser aplicado a cualquiera de los dos casos, creo que el salmista no pretendía que fuese de interpretación privada, sino que fuese aplicable a toda persona y en todo lugar. Y lógicamente se refiere al enemigo de nuestras almas, al engañador: Satanás. Este engañador es como un cazador que continuamente nos asecha para destruirnos.
El diablo es el mismo siempre, no ha cambiado su manera de actuar, no te persigue, sólo trata de persuadirte y seducirte. Su objetivo siempre es el mismo, atrapar a los hombres con su lazo. El cazador no utiliza una sola técnica para atrapar a sus víctimas.
Pero si volvemos al verso de nuevo, nos daremos cuenta que ahí hay una promesa: «Él te librará». ¿Y por qué? Sencillamente es Su promesa, y las promesas de Dios se cumplen. Él no puede negarse a sí mismo. Esa es la certidumbre de la promesa. El mismo Jesucristo es garante de esto (Juan 6:39).
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