Domingo Arana
Evangelista, músico y articulista
domingoarana@hotmail.com
En contacto con Dios: Dios también sabe agradecer
En veinticinco años de ministerio, nunca había tenído una experiencia tan inusual con el Espíritu Santo como la que les voy a compartir a continuación.Hace no muchos días un pastor amigo me invitó a predicar un tema específico en un servicio especial de jóvenes que celebraría un martes por la noche, y como de costumbre, aquel día desde la mañana hasta la tarde me dediqué al Señor en ayuno y oración.Cuando ya estaba cerca la hora de irme al servicio, me dispuse a bañarme y vestirme para llegar fresquito a la iglesia, pero al abrir la llave de la ducha me dí cuenta que no salía agua. Dichosamente, en el apartamento tenemos un tanque de agua que siempre mantenemos lleno para usarlo cuando no recibimos agua de la calle, por lo que decidí colocar el agua del tanque para poderme bañar.Por razones que en ese momento no entendía, el agua del tanque no salía por la ducha, solo salía por el grifo del lavamanos, por lo que me ví obligado a usar un potecito plástico para poderme bañar. Llenaba el potecito de agua en el lavamanos y me lo aplicaba sobre el cuerpo, y así poco a poco fue como me pude bañar.Aquella noche tuvimos un servicio espectacular en la iglesia donde me invitaron a predicar, el denuedo y la fuerza del Espíritu Santo me hizo sudar tremendamente durante el desarrollo del mensaje y la ministración a los hermanos, de tal manera que al terminar el servicio y regresar al apartamento tenía mucha sed y deseos de volverme a bañar.Al entrar al apartamento, luego de saludar a mi esposa le pregunté: «¿llegó el agua?», y ella me respondió: «no, aún no ha llegado»; entonces me fui a la habitación pensando en que tendría que volver a usar el potecito plástico para poderme bañar, pero eso no era lo que realmente quería; yo deseaba con todo mi corazón bañarme directamente con el agua de la regadera para refrescar mi cuerpo con mayor comodidad, de manera que mientras me iba quitando la ropa oraba en mi mente y corazón diciendo: «Dios mío por favor, permite que el agua salga por la regadera, no me quiero volver a bañar con el potecito plástico, haz que el agua salga por la regadera por favor». Esa oración la hacía una y otra vez hasta despojarme de toda la ropa y zapatos, entonces entré al baño y abrí la llave de la ducha. Cual fue mi sorpresa que el agua comenzó a salir lentamente por la regadera hasta que el chorro se hizo fuerte y estable como yo quería para bañarme, entonces levanté mis manos al cielo y comencé a agradecer al Señor a viva voz diciendo: «Gracias Señor, muchas gracias, tu si eres bueno, me pusiste el agua en la regadera como yo quería».Mientras agradecía al Señor repitiendo aquellas palabras, de repente oigo una voz que me dice: «No…, gracias a tí por haber ministrado mi palabra», entonces enmudecí sabiendo que era Dios quien me hablaba. ¡Qué sorprendente resultó para mí oír al Espíritu Santo decirme aquellas palabras! En veinticinco años de ministerio, nunca le había oido decir algo así, ni a mí ni a ninguna otra persona en el evangelio. Realmente me causó asombro su delicado gesto y sus amables palabras de agradecimiento, sentí emoción y no hacía más que meditar en aquella linda expresión mientras me bañaba.Nunca esperé recibir del Señor una expresión así, pero quiero decirte que ese es el Dios que tenemos, al cual amo y sirvo, un Dios caballero, amable y amoroso que siempre me sorprende e impacta con lo que me dice al oído y con lo que hace a mi favor o a favor de otros en respuesta a mis oraciones.No podemos esperar menos de Dios, Él está vivo, es bueno y es muy real; por lo que también sabe agradecer y recompensar a cada uno según la obra que hacemos por amor y para la gloria de su nombre. Pablo lo expresó en su primera epístola a los Corintios 15:58, diciendo: «así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano». Por tanto, sigamos adelante con amor y mucho gozo, sirviendo y siguiendo al Señor, estando persuadidos de que llegará un día en que Él mismo nos dará las gracias delante de Dios Padre y sus santos ángeles, y nos pondrá una corona de justicia en reconociento a todo nuestro esfuerzo, labor y sacrificios por amor a su causa y a su nombre, amén…!