(Elsie Vega – Articulista).-
Un profesor de psicología le dio a sus estudiantes un examen de asociación de palabras.
Les dijo que escribieran lo primero que les viniera a la mente tan pronto como él dijera cada palabra. Por ejemplo, si decía «conversación», podían escribir «teléfono» o «diálogo».
Una de las palabras de ese día causó diversas reacciones y asociaciones sumamente interesantes. La palabra era «Navidad».
Estas fueron algunas de las palabras que asociaron con la Navidad: cohetes, fiesta, lechón asado, baile, licor, regalos, árbol y luces. Entre todas las asociaciones no hubo ninguna referencia a Jesucristo, ni siquiera a su nacimiento.
La mayoría de la gente asocia la navidad con celebración hogareña, comida, en fin, como está mencionado anteriormente. A las personas se les ha olvidado que navidad significa el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, que es una celebración llena de espiritualidad por el nacimiento de nuestro Salvador. Esta celebración debería de ser una fiesta solemne porque nos recuerda el hecho más importante de la humanidad, porque fue tan importante el nacimiento o venida del Señor a la tierra que separó en dos periodos la historia que es: «antes de Cristo y después de Cristo», como vemos es el hecho más importante de la historia de la humanidad.
La verdad es que muy poco de lo que hacemos hoy en día se asocia con lo espiritual. Muy pocas de nuestras actividades tienen alguna relación con Cristo, aún las personas que son cristianas, algunas veces, se les olvida que la navidad no es tiempo de comida, ni de bebida, ni de alegría del mundo, sino un tiempo de unión familiar para celebrar este acontecimiento tan importante que es la venida de Jesús a la tierra.
Nos enojamos cuando alguna persona ridiculiza las cosas religiosas. Sin embargo, guardamos muy poca relación con lo espiritual. Claro que de cuando en cuando vamos a la iglesia, quizás una vez al mes o hasta una vez a la semana. Pero muchas veces lo hacemos para salir de una exigencia social.
Desde luego que buscamos a Dios en los momentos de tragedia, pero esto también viene a ser un acto de último recurso, cuando no nos queda otra esperanza en la vida. Mientras tenemos buena salud y disfrutamos de popularidad, mientras nuestros amigos nos acogen y todo nos va bien, no buscamos seriamente a Dios.
Así que aquellas asociaciones con la palabra «Navidad» revelan algo que se expresa en todas las facetas de nuestra vida.
Si aquel profesor les hubiera dicho la palabra que pusimos como ejemplo, «conversación», habría escogido una de las palabras que más debiéramos asociar con la Navidad. Porque a los ojos de Dios, lejos de representar cohetes, fiestas, pernil de cochino, baile, licor, regalos, árbol y luces, la Navidad fue el principio de un nuevo diálogo que entabló Él con nosotros.
Esa primera Nochebuena, Dios el Padre, mediante el nacimiento de su Hijo Jesucristo, reparó la línea de comunicación con nosotros que se había cortado a fin de que pudiéramos restablecer con Él la comunión que habíamos perdido. De modo que ahora todos podemos tener comunión íntima y constante con Dios.
Él está esperando que respondamos a la llamada celestial que nos hizo por medio de su Hijo. Pues es mediante esa conversación que restablecemos la conexión y mostramos que comprendemos el verdadero sentido de la Navidad
ElPuntoCristiano.org