Como cristianos, no experimentaremos plenitud de vida si no estamos dispuestos a arriesgarnos a amarlo por encima de todo

“Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? […] Y les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús” (Hechos 4:5-7,18).
En todo el mundo, la intolerancia y la persecución a los cristianos están aumentando. Y a pesar de que podemos enfrentar discriminación o ser juzgados, la realidad para muchos de nosotros es que nunca experimentaremos violencia u opresión similares. Sin embargo, la persecución ha sido parte de la historia del cristianismo desde su comienzo (Véase Hechos 4-5).
Es una idea incómoda pero importante. En algún momento u otro, podemos encontrarnos tratando de resolver si la persecución vale la pena. En esos momentos, recuerde lo que Cristo prometió: “De ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:10). Él se estaba refiriendo de manera específica a nosotros, sus seguidores. Como cristianos, no experimentaremos plenitud de vida si no estamos dispuestos a arriesgarnos a amarlo por encima de todo, incluso si eso nos hiciera perder nuestro trabajo, nuestro lugar en la sociedad o nuestra propia vida.
Piense en esto:
- Reflexione acerca de su propia experiencia. ¿Ha sido discriminado, juzgado injustamente, o sufrido por causa de su fe?
- Considere la promesa de Dios a los perseguidos. ¿Qué le dice eso en cuanto al sentir del Señor Jesucristo por los que sufren?
Charles F. Stanley
Pastor, maestro y escritor