
(NotiPensa).-
La zarza ardiente es un símbolo importante en toda la historia de la iglesia, y por muy buenas razones. En el relato de Moisés y la zarza ardiente vemos la autorrevelación de Dios. Dios se apareció a Moisés y entregó una revelación importantísima: Su nombre eterno del pacto, Yahvé. Como símbolo, significa un encuentro con el Dios trascendente y con su revelación divina. El relato de la zarza ardiente trata acerca de la santidad de Dios. Lo que ocurrió ahí fue una teofanía: una manifestación visible del Dios invisible.
Editorial Mundo Hispano presenta «Moisés y la zarza ardiente», escrito por Robert Charles Sproul, un libro que llevará al lector a descubrir a Dios de manera especial y particular. Será testigo de lo relatado en Éxodo 3, donde Moisés vio una zarza que ardía, pero no se consumía. Cuando fue a verla, el Señor le entregó una de las lecciones de teología más profunda registrada en las Escrituras. Dios se reveló a sí mismo de una manera que sigue siendo tan vigente en el día de hoy, como lo fue en aquel entonces.
Para R. C. Sproul uno de los mayores problemas de la iglesia es que no comprende quién es Dios. Pero en esa revelación —la teofanía en la que Dios apareció a Moisés— se reveló parte de la majestad trascendente de Dios. Lo que era invisible se hizo visible. La revelación de Dios en la zarza que ardía y no se consumía sigue teniendo la misma relevancia para los cristianos de hoy.
El Señor es santo, alto y majestuoso. Dios es un fuego consumidor. Y si no fuera por su gracia, seríamos consumidos. Esto se aplica también a nosotros el día de hoy: si no fuera porque nos cubre la justicia de Cristo, si no fuera por la purificación de nuestra suciedad, seríamos consumidos. Lo que Moisés experimentó ante la zarza ardiente es lo que el pueblo de Dios experimenta hoy en día: un Dios santo, trascendente y consumidor, que desciende para habitar con su pueblo. Él nos conoce.◄