(Agencias/ VyV – REDACCIÓN).-
Para Mike Fisher, jugador de hockey profesional en los EE.UU, Dios lo es todo y se asegura de mantenerlo de primero en su vida. Habiendo tenido un inicio de carrera exitoso e ingresando en la Liga de Hockey Nacional (NHL) de EE.UU, el dinero, la fama y aún el jugar su deporte favorito desde niño, no eran suficiente para llenar el vacío en su corazón.
«Cuando me preguntaban qué quería ser cuando creciera, siempre contesté: Quiero jugar en la NHL. Eso fue lo que siempre quise ser, me gustaba mucho la velocidad, el anotar puntos», aseguró Mike en el video para Yosoysegundo.com, donde compartió su testimonio.
Mike nació en Peterborough, un pequeño pueblo en Ontario, Canadá, el cual es considerado un «pueblo de hockey», por lo que Fisher siempre estuvo ligado a este deporte. Cuando niño, a la edad de seis años, Fisher no quería asistir al colegio porque tenía miedo y le pidió a su mamá hacer una oración para aceptar a Jesús en su corazón, y así lo hizo, «recuerdo que estábamos los dos arrodillados orando», dijo, y de esa forma comenzó su caminar con Jesús, aunque señala que a esa edad él no entendía nada. Su infancia transcurrió entre el colegio, la iglesia y jugar hockey.
Pero el hockey era para él algo importante y se dejó absorber por la preocupación de mantener un buen puntaje y estadísticas positivas en su rendimiento.
Momentos difíciles
Mike dejó su casa a sus 17 años de edad porque fue reclutado para ingresar en la liga de hockey de Ontario y partió con la intención de estudiar y comenzar su carrera como jugador en otro nivel y equipo, dejó a su familia, amigos, su iglesia y la seguridad que sentía.
Mike confiesa que luchaba cada día para poder jugar con jóvenes mayores que él, para tratar de hacer amigos y de sentirse bienvenido en este nuevo lugar. Sentía presión de todo lo que iba en contra de Dios y se enfocó por mucho tiempo en las cosas que «no podía hacer: Beber alcohol, fumar, tener relaciones con mujeres», en vez de destinar su atención a lo que si debía hacer para mantenerse fuerte, «por dentro no estaba manteniendo esa relación con el Espíritu Santo como debía y dejé que el hockey se apoderara de mí», comentó.
A los 19 años, ya Mike formaba parte de la NHL y firmaba un contrato para jugar el deporte que tanto amaba, lo cual lo hacía sentirse realizado porque había cumplido con su sueño de la infancia, pero su emoción era externa porque por dentro no se sentía muy feliz.
«Recuerdo haber ido a un bar la noche que firmé el contrato, haber bebido más de la cuenta, y de haber tomado malas decisiones. Me levanté al día siguiente sintiéndome como la peor persona del mundo», contó.
Desde ese momento, pensó que había decepcionado a Dios y a sus familiares, y comenzó a esconderse, aparentando ante los demás que todo estaba bien. Continuaba asistiendo a la iglesia pero «tal vez había ido con una resaca por la fiesta de la noche anterior, no realmente interesado en el servicio, iba por aparentar».
Reencuentro con el Creador
En una oportunidad, Mike se encontraba haciendo un estudio bíblico con el primo con quien vivía, tenía 22 años, y leyó un versículo que lo confrontó: Lucas 9:23-25, «Y a todos les decía: ‘Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. Porque ¿de qué le sirve a uno ganarse todo el mundo, si se destruye o se pierde a sí mismo?…’».
«Recuerdo que ese pasaje me impactó, pensé que era para mí porque yo había alcanzado mis sueños, tenía dinero, lo tenía todo… pero no era feliz y a pesar de que yo estaba buscando una respuesta, no la estaba buscando en el lugar indicado», dijo Fisher.
Desde ese momento, Mike continuó con los estudios bíblicos, comenzó a orar y a hablar con su Padre celestial. «Por primera vez podía decir que era real», recuerda Fisher. «Ya no era cristiano por mis padres o porque se suponía que así debía ser o asistir a una iglesia, ser cristiano se hizo real y verdadero para mí. No cambié de la noche a la mañana, pero lentamente Dios fue cambiándome de adentro hacia afuera… ya no era una religión, era una relación real con Él y eso es maravilloso», comentó el jugador de hockey.
Dando de gracia lo que de gracia recibió
En los siguientes años a su reencuentro con el Señor, Mike Fisher decidió poner al servicio del Padre celestial su carrera y los talentos que le había otorgado. Comenzó entonces a involucrarse con obras sociales como el Ministerio de Hockey Internacional (Hockey Ministries International, en inglés), organización creada por jugadores de la NHL para ayudar a la juventud a través de compartir y de la enseñanza de los principios cristianos.
También creó el «Campamento de Hockey Mike Fisher», que en su primer año (2008) reunió a más de 130 niños para enseñarle sobre el deporte y herramientas para el desempeño diario. Tuvo la oportunidad de realizar donaciones a otras organizaciones con los ingresos que esa jornada, así como de realizar visitas a niños en diferentes hospitales, así como invitaciones a los juegos o prácticas para niños con enfermedades terminales.
Sobre Mike Fisher
Michael Andrew Fisher nació y creció en Peterborough, Ontario, Canadá, y actualmente es un cristiano comprometido con el Señor. Tiene dos hermanos y una hermana y proviene de una familia de jugadores de hockey. Se encuentra casado con Carrie Underwood, cantante de música country, quien fuera ganadora del concurso American Idol hace unos años.
Fisher fue invitado al programa El Club 700, de la cadena cristiana de televisión CBN para compartir su historia y sus logros, así como a compartir su vida en un video para Yosoysegundo.com, que recoge el testimonio de muchísimos cristianos para ayudar a las personas a encontrar en camino de la salvación en Cristo Jesús.
A pesar del éxito de Mike en la NHL, que ha sido medido por su compromiso, perseverancia y trabajo en equipo dentro y fuera de la pista de hielo, él comenta que sus logros son temporales, pues, Dios continúa haciendo cambios en él progresivamente. «Definitivamente cometo errores y puedo ser impaciente en algunos momentos, pero ya entendí que no se trata de cómo actúe, se trata sobre aceptar Su amor (de Dios) sin importar mis fallas y errores, es muy reconfortante saber que Dios me ama», concluyó Fisher.

