«No puede haber una vida victoriosa sin oración. La vida de oración es y será la disciplina que producirá más y mejores cambios en nuestra vida»
[/quote](Verdad y Vida – Redacción).-
El pastor Néstor Blanco, hombre dedicado a la oración, aclara que se debe corregir pedagógicamente el concepto tradicional de la oración que la “reduce peregrinamente al acto de ‘hablar con Dios’. Conceptualizar el orar como ‘hablar con Dios’ es tan peregrino como afirmar que comer es abrir la boca. Ciertamente que hablar con Dios puede estar incluido en nuestra oración; pero el todo de la oración es mucho más complejo que el hablar en un momento religioso; lo cual es solo una de sus partes”.Afirma que orar es relacionarse con Dios, “en el sentido más amplio del vocablo. La oración, en su acepción más rigurosa, es un encuentro de dos mundos; el nuestro y el de Dios; de manera que cuando eso ocurre, la consecuencia obligada es un cambio esencial en el orante. En ese encuentro puede haber palabras, llanto, silencio, contemplación, y todo eso, junto o separado, es oración. La oración es nuestra relación con Dios; pero no es lo que ‘hacemos’ como una actividad en esa relación, sino que es la relación en sí misma”.
¿Qué impacto considera usted que tiene la oración?
– En el sermón del monte, el Señor Jesús usó tres verbos relacionados con la oración: Pedir, buscar y llamar. Sin embargo, cuando el término oración pasa por nuestra mente, el pedir tiene una precedencia tan importante como injusta. Eso ha producido una desviación en el imaginario social de la iglesia, que ubica a la oración como un elemento de fuerza que sirve fundamentalmente para pedirle algo a Dios, lo cual incorpora a la oración un sentido utilitario, con prescindencia de su función devocional. Es importante establecer entonces la diferencia entre orar a secas y tener una vida de oración. Cualquiera puede orar y hasta recibir respuesta de Dios; pero la vida de oración es una forma de vivir en la cual orar tiene un espacio que se busca y se respeta, como lo hacía Jesús, de acuerdo a Marcos 1:35-37. Esa vida de oración va a producir una transformación que se explica por el simple hecho del encuentro con Dios. Lo primero que cambia cuando oramos no es nuestra circunstancia, sino nosotros mismos. Cristo, el más exitoso líder de la historia, jamás permitió que su apretada agenda le robara tiempo para pasarlo con su Padre en oración. Orar es cambiar, orar es ser transformado.
¿Qué puede decirnos de la importancia de la oración en su labor o ministerio?
– He pasado 62 de mis 70 años en la iglesia, y puedo afirmar con absoluta responsabilidad y convicción, que cuando descubrí -a través de una crisis existencial-, la importancia de la oración como fuente de poder, mi vida cambió, en términos de antes y después. Fue necesario pasar por un intenso proceso de transformación interior para llegar a comprender que la oración era mucho más que una actividad religiosa que yo hacía, pero que estaba controlada por la sociedad religiosa; porque cuando nos sentimos controlados, perdemos parte de nuestra autenticidad. Solo oraba antes de comer, al acostarme, al levantarme, al iniciar un viaje, al despedir el culto, etc., pero no tenía vida de oración; es decir, no separaba momentos para venir a la presencia del Señor. Asumir una vida de oración por encima de oraciones utilitarias y ocasionales marcadas por la tradición eclesiástica, significó descubrir la diferencia que existe entre lo que soy y lo que hago; porque la vida cristiana es una manera de vivir.
¿Considera usted que la oración activa el poder de Dios?
– En ese sentido, los creyentes tenemos algunos problemas conceptuales derivados de la carencia de una enseñanza sólida en cuanto a la oración. Eso de que la oración activa el poder de Dios es una forma popular de asumirla como la palanca de Arquímedes. Otra versión similar es que la oración cambia las cosas. Eso tiene visos de magia y por ello tengo problemas con esos cognomentos. Dios no nos concede siempre lo que pedimos, sino más bien, lo que necesitamos. Lo que primero debe cambiar cuando oramos no son “las cosas”, sino nosotros. Santiago, el apóstol, nos recuerda que pedimos y no recibimos porque pedimos mal. De manera que Dios puede activar su poder, independientemente de que haya o no oración y también se reserva el derecho a responder muy distinto a nuestras expectativas. Las respuestas de Dios a nuestras plegarias están determinadas por Su santa voluntad, no por la nuestra. No es sano olvidar que “…si le pedimos algo conforme a su voluntad, Él nos oye…”. Obviamente que la oración activa el poder de Dios, pero no con la mentalidad de quien espera la respuesta del genio de la lámpara de Aladino.
¿Cree que la oración tendrá influencia en la unidad de la iglesia venezolana?
– No es que la oración tendrá influencia en la unidad de la iglesia venezolana; la realidad es mucho más compleja. La iglesia de nuestro país solamente logrará la unidad a través de la oración, porque la unidad no se decreta en asambleas ni en acuerdos conciliares; la unidad es una obra del Espíritu. Es decir, sin oración no hay ni puede haber verdadera unidad.
¿Qué pasa o qué riesgo hay cuando no se ora o se ora poco?
– Cuando no se ora se corren demasiados riesgos. El evangelista Yiye Ávila solía decir que vivir sin orar es vivir sin Dios. Edward McKendree Bounds, quien -a mi juicio-, ha escrito con mayor profundidad que cualquier otra persona acerca de la oración, (escribió siete libros), dijo: “…Los hombres andan buscando métodos; Dios anda buscando hombres, hombres de oración”. Los evangelios sinópticos recogen una delicada advertencia de Jesús, que tiene dos milenios de antigüedad: “Velad y orad para que no entréis en tentación”. Lo que el Señor estaba diciendo era nada menos que la oración es la única categoría espiritual que genera poder para vencer la tentación. No puede haber una vida victoriosa sin oración. La vida de oración es y será, sin lugar a dudas, la disciplina que producirá más y mejores cambios en toda nuestra vida.
Concluyó explicando que “en el mundo espiritual hay una conspiración universal contra la oración; por eso cuando intentamos tener esos momentos de comunión hay tantas perturbaciones que jamás ocurren en otras circunstancias. Eso explica por qué la vida de oración es una disciplina difícil. Orar nunca ha sido fácil y no lo será jamás, porque ella es, en esencia, un acto de guerra espiritual. Dominar la práctica de orar requiere de entrenamiento. La iglesia debe considerar el lugar que ocupa la oración, no solo en su liturgia sino en el programa de vida íntima del creyente, a través de proveer la enseñanza necesaria para que ello ocurra. Las ovejas deben recibir de sus líderes la misma enseñanza que los discípulos recibieron de Jesús cuando éstos pidieron: ‘enséñanos a orar’”.
Néstor Blanco
Tiene 50 años de ministerio, ha sido pastor y fundador de iglesias y se ha focalizado en el área de enseñanza de la Palabra de Dios, con énfasis en la vida de oración y santidad. Es docente en el Seminario Evangélico de Caracas, locutor de estaciones de radio y televisión. Ha sido profesor del Curso de Superación Ministerial para América Latina y conferencista internacional. Es autor del libro Una Cita en el Altar y de numerosas publicaciones para la prensa cristiana en Venezuela, así como de material de crecimiento espiritual para la Iglesia. Es director del Ministerio Equilibrio. Está casado con Rafaela Flores con quien tiene dos hijos.
[/quote]