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Profecía para la Iglesia venezolana

Vi un lápiz que comenzó a escribir en un pergamino algo muy largo, solo leí que decía: «Juicio a Mi Pueblo»

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Soñé que un grupo de amigos abogados estaban reunidos como en una plaza y cuando pasé por el lugar pregunté qué pasaba y me dijeron: ¿No sabes…?
Muchos amigos y hermanos tuyos están presos, sus iglesias fueron destruidas y otras cerradas y su familia, unos fueron maltratados y otros desterrados.
Me puse a llorar y uno de ellos me entregó un papel como una carta y en letras grandes decía mi nombre y abajo decía: «VEN PRONTO».
Recibí una llamada de un pastor amigo que me invitó a un lugar como una cueva y cuando llegué había muchos hombres y mujeres vestidos de negro con sellos en sus manos; además, muchos ancianos más hombres que mujeres con papeles y libros en sus manos.
Yo abracé a una pastora conocida y llorando me dijo: «me cerraron la iglesia mis ovejitas no tienen donde ir».
Comencé a organizar filas los hombres a un lado y las mujeres a otro.
Había un gran espejo frente a mí y yo llevaba puesta mi toga y birrete y una peluca de crespos dorada.
Me senté en un viejo sillón y le ordené a todos los de negro que revisarán primero los libros de actas y luego las actas y los estatutos.
Entendí que estos eran abogados y los libros eran libros de actas y documentos constitutivos de asambleas y estatutos sociales.
Para sorpresa ni un solo libro estaba actualizado, las actas menos aún.
Pocos tenían factureros ni reportes de ingresos de ofrendas y diezmos y donaciones, tampoco declaraciones de impuestos.
Había gran alboroto en el lugar porque se escuchaba de muchos nombres de ministros presos y muchas iglesias cerradas y otras destruidas.
Recordé en mi sueño una visión donde el Señor me mostraba este mismo escenario, pero eran documentos de pastores que habían abandonado sus rebaños.
En este lugar en grande afrenta, dolor y alboroto no se escuchaba de denominaciones, las actas no decían pentecostales, libres, católicas, adventistas ni nada, pero se sentía el temor.
Yo tomé un mazo y golpeé la mesa y grité fuerte: «silencio», y todos voltearon, los cabellos blancos, grises y poco negro eran opacos, los rostros tristes y acabados y desgastados y se sentía un espíritu de ruina alrededor.
Tomé la Biblia y leí el pasaje: «Dad al Cesar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»
«La paga del pecado es muerte y la dádiva de Dios es vida eterna».
Todos comenzaron a caminar alrededor como zombis y escuché una voz que dijo: «clandestinos. Todos me sirven, pero no me honran».
Volví a golpear el mazo esta vez 7 veces en el suelo que ahora era de hierro y les dije: «no entendieron que Dios es Dios de orden».
«¿Cuántas veces los profetas han hablado y Dios les ha llamado a despertar…? Andan cada uno por su lado haciendo de oídos sordos y ojos ciegos».
Los apóstoles nunca se separaron de Jesús, no tenían divisiones, tal vez en algunas cosas no estaban de acuerdo, pero permanecían unidos y seguían a Jesús y al menos intentaban hacer y ser como Él.
Los pastores del lugar estaban como sordos y escuché de nuevo la voz que dijo: «RELIGIOSOS».
Yo comencé a llorar de nuevo porque los papeles se quemaban y los libros en las manos de todos, y salí del lugar y había muchos hombres encadenados y con esposas en sus manos, aún a los ancianos y otros poniendo candados a las puertas de lo que parecían iglesias.
Miré al cielo y dije: «SEÑOR, ¿qué puedo hacer…?». Y me dijo: «NADA».
«Yo he hablado que se unan, que clamen, que dejen las divisiones, que despierten, que dejen los chismes, los rencores, pero Mi Pueblo, Mi Pueblo el que invoca mi nombre se alejó de mí y no escucha ni ve».
De pronto vi un rostro dibujado en el cielo, era de noche, noche negra y oscura, y la luna era muy roja y del rostro cayó una lágrima haciendo temblar y se abrió la tierra, y muchos cayeron y el lugar de los huecos se llamaba abismo.
Vi un lápiz que comenzó a escribir en un pergamino algo muy largo, pero solo pude leer Apocalipsis 2, Apocalipsis 3 y 2º de Crónicas 7:14 y la firma, solo leí que decía: «Juicio a Mi Pueblo».
Digo lo que vieron mis ojos y escucharon mis oídos.

Aris Segovia
Profeta

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