Pasada la medianoche del 6 de diciembre, el mundo escuchó, de labios de Tibisay Lucena, presidenta del CNE, los resultados irreversibles de la junta electoral en la que la oposición obtuvo la mayoría del favor del pueblo, lo que en boca de todos significa un motivo para mirar al futuro con esperanza. ¿Qué tan real es la esperanza?
Es difícil reconstruir el país de la noche a la mañana, sobre todo en el caso de Venezuela, en el que el derrumbe económico es tan evidente como las inmensas colas para comprar comida, comida que no existe en los mercados populares, clase media y alta. Las filas no son solo por alimento, también escasean las medicinas y lo que puede conseguirse reflejan en sus costos la situación gravísima.
Los resultados electorales no solo se miden por los anuncios del reconocimiento del gobierno del presidente Nicolás Maduro Moros, sino también por reconocer a todos los actores políticos y sociales no alineados con las políticas oficiales y también por un alto grado de concordia de los vencedores con los que durante 16 años apoyaron el proceso socialista, a partir del reconocimiento entre ambos, juntos atacar los males desde la raíz para encontrar el camino y concertar soluciones.
El camino más fácil y posible en la mente de algunos es la venganza, disfrazado en la frase «Gano y cobro», desde donde surge el papel protagónico de los creyentes en Cristo, quienes estamos motivados a tener presente las palabras de Jesús: «Si dos de ustedes se ponen de acuerdo, sobre cualquier cosa sobre la tierra será hecho».
Si durante estos años, los meses previos al día de elecciones, hubo multiplicadas cadenas de oración por la patria, de intercesión por Venezuela, hoy más que nunca la comunicación con Dios es imperativa y, este mandato sublime del Padre nos trae su Palabra: «Si se humillare mi pueblo, oran y buscan mi rostro, se arrepienten de sus pecados, yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra» (2 Crónicas 7:14).
Todos somos testigos, debemos confesarlo, de que la polarización no ha sido exclusiva de los sectores políticos, también los extremismos y divisiones están presentes en el pueblo de Dios. Sin entrar a valorar las repercusiones espirituales que esta actitud ha tenido en la Iglesia, la tarea ahora es que los pastores, líderes y miembros del cuerpo de Cristo se pongan de acuerdo, no en sus posiciones partidistas, sino en acatar con humildad el llamado del Señor a estar juntos, unánimes como en Pentecostés y orar juntos, arrepentirnos de nuestros pecados y clamar al Padre para que bendiga Venezuela.

Hoy más que nunca la patria necesita de la intercesión y clamor por sanidad de los hijos e hijas de Dios, mover los cielos para que haya bendición en la tierra. No hay otra sal ni luz para Venezuela fuera de la Palabra de Dios, pero tampoco Dios tiene a otros actores distintos a sus hijos diseminados por toda la geografía nacional. El tiempo de Venezuela es hoy, que Dios nos bendiga en el empeño de hacer la misión «Yendo prediquemos las Buenas Noticias».
Germán Novelli
Pastor y periodista
MILWAUKEE. WI.
novelli_ve@msn.com