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Vida en la Palabra: Creer para ver

(Liliana Daymar González – Periodista).-

«Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron» (Juan 20:29).
La incredulidad de Tomás, uno de los doce discípulos de Jesucristo, ha sido muy censurada, sin embargo, fue tan humana. El no se conformaría con ver a Cristo vivo, sino que tenía que comprobarlo, por eso dijo: «Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré» (Juan 20:25). En su mente finita no cabía la absurda idea de que Jesús pudiera levantarse de entre los muertos y andar hablando y caminando como si nada le hubiera acontecido.
El que confía en Dios no espera ver los milagros para creer. Todos los que creemos que Jesucristo murió y resucitó sin haberlo visto, sin objetar nada, sin razonamientos lógicos, somos bienaventurados. Por eso, el apóstol Pablo, en su carta a los corintios, aclara que «aunque andamos en la carne, no militamos según la carne» (2ª Corintios 10:3). Puede ser muy humana la incredulidad, «pero sin fe es imposible agradar a Dios».
Jesús fue el Dios hombre. Era tan hombre y a la vez tan Dios que provocó entre sus contemporáneos, y provoca aun hoy, reacciones contradictorias.
En nuestra humanidad está tan arraigada la duda, que Juan el Bautista después de confesar a Cristo como el Cordero de Dios y dar testimonio, diciendo: «Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre Él» (Juan 1:32), vaciló estando en la cárcel y envió a dos de sus discípulos a preguntarle a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?». ¿No es esta una pregunta llena de incredulidad?, pero así somos; cuando nos hallamos en problemas, angustiados y presos de las circunstancias, desconfiamos del gran poder del Dios a quien servimos, amamos y obedecemos.
Me gusta la respuesta de Jesús, no les dijo: ¡Yo soy el Cristo!, sino que les demostró su poder: «Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído. Cuéntenle que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos vuelven a la vida y a los pobres se le anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso aquel que no pierde su fe en mí!» (Lucas 7:22-23).
Jesús murió crucificado en medio de dos malhechores, uno no creyó y perdió la salvación de su alma, el otro fue bienaventurado, porque estando en la misma condenación creyó, y su fe lo hizo entrar al Paraíso.
Roguemos a Dios para que andemos por fe y no por vista. Cristo resucitó de entre los muertos, la tumba quedó vacía y todos los que creemos en Él tenemos la esperanza de la resurrección y la vida eterna.
DILE A DIOS HOY: Señor dame la fe que tuvo el ladrón arrepentido para que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada me pueda separar de tu amor, que es Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:38).
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com

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