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Vida en la Palabra: El poder de su sangre

(Liliana Daymar González – Periodista).-

Muchas personas desconocen el poder que tiene la sangre de Cristo. Sólo unos pocos creyentes sabemos cómo usarla para apropiarnos de sus efectos salvadores. Si echas una mirada a las sagradas Escrituras aprenderás a defenderte y a proteger a tus seres queridos y propiedades con la santísima sangre de Jesús.
Una de las historias más impactantes de la Biblia es la muerte de los primogénitos. En aquella noche no hubo casa en todo Egipto donde no hubiera un muerto; sin embargo, en las viviendas de los israelitas, nada malo sucedió. Pues, antes de que acontecieran estas cosas, Dios enseñó a su pueblo a protegerse del ángel de la muerte. Debían sacrificar un cordero y usar su sangre para pintar los postes y dinteles de sus casas, de modo que: «cuando yo hiera de muerte a los egipcios, ninguno de ustedes morirá, pues veré la sangre y pasaré de largo», dijo el Señor» (Éxodo 12:13).
Si la sangre de un animal protegió al pueblo de Dios en el pasado, cuanto más la sangre expiatoria de Cristo nos resguardará de la muerte y de todo mal. Gracias al Nuevo Pacto con Dios ya no es necesario sacrificar animales sobre un altar ni rociarnos con su sangre para ser absueltos de toda condenación (Éxodo 24:6-8).
La sangre derramada por el Cordero inmolado es la que redime a la humanidad. El diablo le teme a la sangre de Jesús, porque contiene la autoridad de Dios. Todos los que creemos en Él somos justificados por el poder de su santísima sangre. «Aquel que no conoció pecado, por nosotros se hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él» (2ª Corintios 5:21).
En Jesús no fue hallado pecado (1ª Pedro 2:22), ni su cuerpo físico enfermó jamás a pesar de haber tenido contacto con las pestes más temidas de su época (Lucas 4:40). En la cruz tomó sobre sí todas las enfermedades y los pecados de la humanidad y los llevó a la muerte con el derramamiento de su sangre. Gracias a ese sacrificio la sangre de Cristo tiene autoridad y poder para sanar toda dolencia y enfermedad. «Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados» (Isaías 53:5).
Nuestro amado Maestro enseñaba en parábolas y alegorías, cuando nos invitó a beber de su sangre se refería a que nos apropiáramos de los efectos salvadores de su muerte expiatoria (Juan 6:53).
La vida está en la sangre (Levítico 17:11), es ésta la que transporta el oxígeno a todo el cuerpo, el que recibe a Cristo como su Señor y Salvador bebe de los beneficios de su sangre redentora, cuya función es oxigenar el espíritu y limpiar continuamente todo pecado para presentarnos inmaculados ante Dios. Cada vez que confesamos nuestros pecados al Señor, la sangre de Cristo nos purifica y renueva.
Dile a Dios: «Amado Padre celestial, perdona todos mis pecados, cubre mi vida, mi familia, mi descendencia y mis bienes con la preciosa sangre de tu Hijo Jesucristo. Recibo por fe los beneficios de su sangre en mi cuerpo, mente, alma y corazón para que ninguna enfermedad pueda tocarme. Gracias por el pacto eterno que hiciste en la cruz para darme vida y salvación».
 lili_vidaenlapalabra@hotmail.com

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