Cuando intentamos resolver los conflictos a nuestra manera y no esperamos a que Dios obre según su voluntad, nos metemos en serios problemas

El Salmo 37:7 dice: «Confía callado en el Señor y espera en Él con paciencia».
Yo he estado muchísimas veces en la sala de espera. Sé lo que se siente. Tendemos a desesperarnos; la preocupación nos oprime el pecho y nos apoca el alma. Una sola pregunta ronda en nuestras cabezas: ¿Dios mío, por qué te tardas en responder?
A veces la impaciencia nos mueve a resolver los problemas por nuestra cuenta. Tomamos el asunto en nuestras manos. Pero lo más sabio que podemos hacer es detenernos para meditar en nuestro corazón y recordar que Dios quiere que hagamos dos cosas que están claramente descritas en el Salmo 37:7:
- Que confiemos en Él callados.
- Que esperemos en Él con paciencia.
¿QUÉ SIGNIFICA CONFIAR?
Según el diccionario, confiar es tener esperanza firme en alguien. Es dejar una cosa al cuidado de alguien, especialmente en quien se confía. La confianza en Dios nos mueve a echar sobre Él nuestra carga (Salmo 5:22). «El que pone su confianza en Dios, estará seguro» (Proverbios 29:25).
Cuando intentamos resolver los conflictos a nuestra manera y no esperamos a que Dios obre según su voluntad, nos metemos en serios problemas. Una gran prueba de fe es esperar pacientemente en el Señor.
Tendremos descanso mental, estabilidad emocional y paz en nuestras mentes y corazones cuando oremos y esperemos callados a que Dios nos ayude. «Callados» quiere decir que después de orar y echar sobre Dios nuestras ansiedades no sigamos hablando del problema.
Si estás ahora mismo lleno de angustia, echa sobre el Señor tu carga y espera callado y con paciencia a que Él responda tu oración. Dios trabaja en nuestro carácter mientras esperamos en Él. La paciencia es un fruto del Espíritu Santo que crece y se fortalece en la tribulación. A medida que desarrollamos paciencia aprendemos a ver los problemas desde la perspectiva del cielo, aumenta nuestra confianza en Dios y experimentamos ¡la paz que sobrepasa todo entendimiento!
En la Biblia, el salmista narra lo que le sucedió cuando esperó y dejó que Dios peleara sus batallas. «Esperé pacientemente al Señor, y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios. Muchos verán esto, y temerán y confiarán en el Señor» (Salmo 40:1-3).
Después de esperar con paciencia, el salmista recibió la ayuda oportuna del Señor. Lo más sabio que podemos hacer durante el tiempo de espera es buscar a Dios en oración con la confianza plena de que Él hará que todas las cosas obren para nuestro bien (Romanos 8.28).
Dios no nos deja solos en la sala de espera. Su plan es que perseveremos con los ojos fijos en Jesús, «el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios» (Hebreos 12:2). Podremos sobrellevar cualquier cosa que la vida nos imponga si nos mantenemos firmes en la fe.
Cristo es nuestro ejemplo perfecto de paciencia y perseverancia. Si hoy te sientes solo, espera en Dios. Si te sientes perdido y sin dirección, espera en Dios, si tienes mil dificultades, espera en Dios. «Claman los justos, y el Señor los oye y los libra de todas sus angustias» (Salmo 34:17).
Liliana González de Benítez
Periodista