«La apostasía no es algo que sucede repentinamente, sino progresivamente, a lo largo de la historia cristiana y que terminará cuando Jesús regrese al mundo»
Existen dos episodios a la luz del Nuevo Testamento donde se manifiesta la apostasía: una desde el siglo I luego del nacimiento de la Iglesia hasta el tiempo del arrebatamiento; y el otro es durante el gobierno del Anticristo y la tribulación hasta la segunda venida de Cristo a la tierra para juzgar a Israel, las naciones y reinar durante mil años.
Partiendo de que apostasía (del gr. ‘apostásis’) es: alejamiento, abandono premeditado y consciente de la fe cristiana; entendemos que se refiere a aquellos creyentes que una vez conocen la verdad vuelven atrás, influidos por sectas, religiones, ideologías o bien sea para mantenerse sin ninguna creencia; pero todos sabiendo bien lo que hacen y el riesgo que corren, algunos más osados abusan de la gracia del Señor cual si fuera una licencia para hacer lo que mejor les parezca con su vida y con la sana doctrina cristiana.
La apostasía como señal escatológica está claramente advertida por el apóstol Pablo a la Iglesia de Tesalónica: «Hermanos, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, les rogamos que no cambien fácilmente de manera de pensar. No se dejen asustar por nadie, ni siquiera por un espíritu, una palabra, o una carta que pretenda aparecer como nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. De ninguna manera se dejen engañar. Porque ese día no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, es decir, el hijo de perdición» (2ª Tesalonicenses 2:1-3. RVC).
Es necesario aclarar que una cosa es el arrebatamiento de la Iglesia: «la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él», y otra muy diferente «el día del Señor», que acontecerá en la gran tribulación. Después del arrebatamiento comenzará la tribulación que manifiesta el día del Señor grande y temible, donde entra en escena el Anticristo; pero en esos días tenebrosos debe manifestarse con mayor fuerza la apostasía que viene gestándose desde el mismo primer siglo de la era cristiana. La apostasía no es algo que sucede repentinamente, sino progresivamente, a lo largo de la historia cristiana y que terminará cuando Jesús regrese al mundo a juzgar a Israel y las naciones e inicie su reinado milenial, cuando venza al Anticristo y ate al diablo por mil años (Apocalipsis 19:11-20:10).
Aunque seguramente el apóstol Pablo ya le había hablado a la iglesia de Tesalónica personalmente acerca de este tema, en su segunda carta aclara lo antes enseñado y les exhorta a que «no cambien fácilmente de manera de pensar» y que «no se dejen asustar por nadie», reiterándoles el orden escatológica a él revelado, donde la apostasía pasa a ser la señal más clara para tomar en cuenta por la cristiandad, ya desde el siglo I.
En los tiempos previos a la manifestación del Anticristo la apostasía como las herejías se incrementarán trayendo un estremecimiento espiritual en el seno de la Iglesia mundial, a la cual se le exige no descuidar el discernimiento para no caer en esta trampa diabólica. Es importante aclarar que apostasía es el abandono premeditado y completo de la fe; mientras que herejía es la abjuración (retractarse) de la fe.
A eso se refería nuestro Señor cuando preguntó: «Pero cuando el Hijo del hombre venga a la tierra, ¿encontrará aquí gente que crea en él?» (Lucas 18:8b. PDT); refiriéndose claramente acerca de los tiempos de apostasía que se estarán viviendo previos a su segunda venida. Durante el gobierno del Anticristo aquellos que no renieguen de la fe serán perseguidos por este perverso ser y ejecutados. «Al abrir el Cordero el quinto sello, debajo del altar vi a las almas de los que habían muerto por causa de la palabra de Dios y de su testimonio. A gran voz decían: “Señor santo y verdadero, ¿hasta cuándo seguirás sin juzgar a los habitantes de la tierra y sin vengar nuestra sangre?”. Entonces se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansaran todavía un poco más de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos, que también sufrirían la muerte como ellos» (Apocalipsis 6:9-11. RVC).
El apóstol Pablo le escribe a Timoteo y a nosotros: «Pero el Espíritu dice claramente que, en los últimos tiempos, algunos apostatarán de la fe y escucharán a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios, y que por la hipocresía de los mentirosos que tienen cauterizada la conciencia…» (1ª Timoteo 4:1-2. RVC). Esta revelación profética ya deja en claro a qué nos exponemos, doctrinalmente hablando, ante la multiplicación de ideales, «nuevas revelaciones» y enseñanza extrabíblicas.
Como lo señalamos anteriormente, la apostasía se ha venido manifestando progresivamente en estos siglos hasta que alcance su zenit en los días previos al Anticristo, cuando observaremos una proliferación de religiones y sectas que «salieron de nosotros, pero no eran de nosotros. Si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros. Pero salieron para que fuera evidente que no todos son de nosotros. Pero ustedes tienen la unción del Santo, y conocen todas las cosas. No les he escrito porque no conocen la verdad, sino porque la conocen, y porque ninguna mentira procede de la verdad» (1ª Juan 2:19-21). Si el apóstol Juan escribió eso en las postrimerías del primer siglo, ¿cuánto más debemos nosotros estar alertas ante el nacimiento de tantos movimientos apóstatas y heréticos en estos tiempos peligrosos?
La apostasía actualmente
Tanto ha avanzado la apostasía en los últimos años que vemos con alarma cómo amplios sectores dentro de denominaciones históricas nacidas de la Reforma Protestante cierran filas con la religión romana de la que Dios ya los había libertado hace 500 años. Otro aspecto es el consentimiento de las uniones entre homosexuales, al extremo de ordenar a gais y lesbianas como pastores, entre otras aberraciones sexuales. Hasta la Biblia ha entrado al ruedo de la falsedad, pues han salido versiones manipuladas con el fin de agradar a grupos feministas, homosexuales, de los no alineados con la santidad, y así muchos otros.
El testimonio del incontable número de creyentes que han preferido el martirio antes de renegar de su fe, desde el tiempo de los emperadores romanos, pasando por las masacres históricas de cristianos, la persecución a muerte del Vaticano con su desgraciadamente famoso tribunal de la Inquisición y todos los hijos de Dios torturados y asesinados desde que el Islam apareció en escena en el siglo VII, los perseguidos por religiones, sectas, ideologías comunistas y de izquierda, aún hasta nuestros días; serán quienes moverán la mano del Señor contra todos los apóstatas de la historia. Así como Noé condenó al mundo de su época debido a su fe en Dios (Hebreos 11:7), así lo harán todos los que murieron por no renegar de Jesucristo ni de las Sagradas Escrituras, por amor a ellos el Señor condenará a todos los apóstatas y herejes de los últimos 20 siglos. Dios es justo.