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Apostasía… vientos de doctrina, Fernando Regnault

La apostasía no es una cosa ocasional o ajena a la iglesia, sino que forma parte de las barreras que el diablo pondrá para impedirnos llegar al reino de Dios. Es una rebelión contra la sana doctrina

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“Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:14).
¿Qué es un viento de doctrina, de qué nos alerta la Palabra de Dios? No está hablando de una falsa doctrina, sino de una que usada “por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”. Es una doctrina bíblica, torcida o tergiversada con artimañas y estratagemas para engañar. La peor mentira es la que tiene una buena parte de verdad, es como unas gotas de mortal veneno, en un vaso de buen jugo de fruta. Si la mentira está basada en una verdad bíblica es terrible, porque los nuevos y la mayoría descuidada la creerá.
Un ejemplo de esto es la doctrina de la prosperidad, que el diablo coló en miles de iglesias, desviándolas del camino que es Cristo. Hay muchos versículos bíblicos que se pueden usar para apoyar esa doctrina, pero no es ese el mensaje del evangelio. Esta doctrina cambió la visión de seguir a Cristo renunciando a todo, por un falso cristo cuyo propósito es dar riquezas y cumplir los sueños, una especie de genio cumpliendo sueños y deseos terrenales, cosas que a todos les gusta oír, pero no es el Camino que nos mostró Jesús.
Indudablemente Dios bendice y prospera, pero también está bien claro que este mundo es enemigo de Dios, y todo el que se haga amigo del mundo, se constituye en enemigo de Dios. Jesús dijo: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:33). Todo creyente que esté en la iglesia, buscando prosperidad y bendiciones terrenales, está en el lugar equivocado y no conoce en quién ha creído.
Nuestro Señor Jesús dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21). Este es el evangelio de Jesucristo, es el camino estrecho, la puerta angosta, que casi nadie predica, pero es “la senda antigua”, por la que debemos andar.

VIENTOS DE DOCTRINA… LA GUERRA ESPIRITUAL

“Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2ª Corintios 10:4).
No hay duda que estamos en una guerra entre la luz y las tinieblas, la Palabra nos habla de la armadura que Dios, ha puesto a nuestra disposición. Nadie puede estar ajeno a esta guerra, los que la ignoran es porque están cautivos, y sus mentes con un velo para que no entiendan. Ahora bien, no es esta guerra el centro del evangelio, aunque somos soldados no es nuestra función, andar buscando demonios que derrotar. Principalmente porque ya están derrotados, y tenemos autoridad sobre ellos, sólo tenemos que estar en condiciones espirituales, para ejercer esa autoridad.
Hace algunos años atrás, se levantó un viento de doctrina sobre la guerra espiritual que acaparó la atención de gran parte del pueblo de Dios. Introduciendo muchas prácticas engañosas y fuera de la sana doctrina, como rodear las ciudades y hacer mapas de en qué parte gobernaba cada potestad o hombre fuerte, y todo esto interrogando a los demonios que reprendían. Olvidando que el diablo y sus demonios son mentirosos, que no se puede confiar ni creer en lo que dicen. Allí se introdujo la errónea práctica, de preguntarle a los demonios su nombre para poder reprenderlos. Es cierto que Jesús preguntó a un vez a los demonios su nombre, pero también es cierto que no se lo dieron, porque eran miles y dijeron que eran una legión. Jesús solamente les dio la orden de salir, ¿cuánto tiempo habría estado el Señor reprendiendo miles de demonios nombrándolos uno por uno? Jesús nunca reprendió a un demonio por su nombre, sino por lo que hacían; por ejemplo: “Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él” (Marcos 9:25).
En este viento de doctrina se hablaba de hacer pactos de sal y de maneras diferentes de cómo derrotar al diablo, maneras de orar, etc.; todo basado en algunos versículos que hablan de la guerra espiritual, a esto le añadían todo lo que podían tergiversar del Antiguo Testamento. Pero lo cierto en todo ello es que el diablo y sus demonios se reirán en la cara de todo aquel que pretenda enfrentarlos sin estar en santidad. Es la santidad la principal arma de guerra espiritual, ningún demonio se quedará en pie delante de un hombre o mujer de Dios, que camine en santidad. Además, hay situaciones en que, por más que reprendamos y ayunemos no se irán, porque son pruebas y otros productos de nuestra desobediencia, ahí el Señor nos dirá como a Pablo: “Bástate mi gracia”.

APOSTASÍA…  FALSOS MAESTROS

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2ª Pedro 2:1).
La apostasía no es una cosa ocasional o ajena a la iglesia, sino que forma parte de las barreras que el diablo pondrá para impedirnos llegar al reino de Dios. Pedro lo da por seguro, “habrá entre vosotros falsos maestros”, como hemos dicho la apostasía es una rebelión contra la sana doctrina. Así que cuando se habla de apóstatas, se está refiriendo a creyentes que han caído en el engaño y han desviado el camino verdadero. Unas de las fuentes de apostasía lamentablemente son los maestros, los predicadores, pastores que se descuidan y empiezan a prestar atención a doctrinas de demonios.
Pablo advirtió de esto a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1ª Timoteo 4:16). Nadie está ya en el cielo, mientras estemos en este mundo tendremos un enemigo que no duerme, maquinando mal en nuestra contra. Pablo le dice a Timoteo, no te descuides, sino “ten cuidado de ti mismo”, cuídate de las enseñanzas que parecen de Dios, pero no lo son. Continúa Pablo diciendo a Timoteo, que no se trata sólo de él, sino “persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”.
Es tan importante seleccionar a quien oímos, a quien prestamos atención, es tan importante no solamente leer, sino escudriñar las Escrituras. “Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente” (2ª Pedro 1:12).

Fernando Regnault
Maestro de la Palabra
www.abcdelabiblia.com

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