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Criticar, juzgar y condenar

(Liliana Daymar González – Periodista).-

Siento en mi corazón el profundo deseo de hablarte sobre el pecado de criticar, juzgar y condenar, veo que es tan fácil para algunos formarse una opinión del otro y con furia ciega emitir un juicio sin el menor temor de Dios. Mira lo que dice la Biblia al respecto: «Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo» (Romanos 2:1).
Aquí Dios nos está diciendo dos cosas que debemos tomar en cuenta antes de volvernos jueces de los otros. Primero, que desde el mismo momento en que abrimos nuestros labios para juzgar a alguien nos estamos autocondenando, en otras palabras, estamos dictando una sentencia en contra de nosotros mismos. Y lo segundo a reflexionar, es que vamos a convertirnos en aquello que condenamos.
Para ilustrar lo que intento explicarte, viene a mi memoria un amigo extremadamente homofóbico, él condenaba, criticaba y juzgaba con dureza a los homosexuales, no los podía ver, sentía asco si alguno se le aproximaba. Ahora, pasado el tiempo, uno de sus tres hijos varones es homosexual. Eso que durante años condenó vino a su vida.
El único juez de la tierra se llama Dios, cuando señalamos las faltas de los otros estamos ejerciendo el rol del Señor, lo sacamos a Él de su trono, tomamos su lugar y pronunciamos una sentencia. ¡Grave pecado que no escapará del justo juicio divino! Si críticas a tu vecino y lo tildas de ladrón, en algún momento a ti también te llamarán ladrón. ¡Cuidado! Porque venimos a ser y a hacer lo mismo que criticamos y condenamos.
Cristo dijo: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y la medida con que medís, os será medido» (Mateo 7:1-2).
Tendemos casi instintivamente a condenar a los otros, los sentenciamos de tacaños, adúlteros, malvados, ladrones, prostitutas… sin saber que nos estamos condenando por cada juicio que hacemos. «¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?» (Mateo 7:3). Por lo general, no vemos nuestros pecados que son a veces mayores y juzgamos ligeramente a los demás.
Dios retarda su juicio para darnos tiempo de arrepentirnos. Hazte hoy una autoevaluación, pídele al Espíritu Santo que traiga a tu mente las sentencias que has dictaminado y arrepiéntete para que ese castigo no recaiga sobre tu vida. Y antes de criticar, juzgar y condenar, recuerda que fuimos llamados al amor, a la piedad y a la misericordia.
lili_vidaenlapalabra@hotmail.com

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