1. Pobreza material digna de comprensión y compromiso. Es aquélla que ocurre como resultado de contingencias que superan al individuo. Noemí vino a parar a un estado de pobreza por causa de la muerte de su marido y de sus dos hijos, quedando desamparada en tierra extranjera y teniendo que regresar a su patria para intentar salir adelante. Las continuas referencias en el Antiguo Testamento a pobres, huérfanos y viudas, con legislación especial en favor de esas personas, ponen de manifiesto el grado de sensibilidad especial que se manda tener hacia ellas. La figura del redentor, que sale en pro del familiar que se ha visto obligado a desprenderse hasta de lo básico, es una institución jurídica basada en ese compromiso. El año sabático y el año del jubileo, con la cancelación de deudas asfixiantes y la recuperación de propiedades enajenadas, eran otras estipulaciones previstas en la ley hebrea para luchar contra este tipo de pobreza.
2. Pobreza material digna de reprensión. Es aquélla que ocurre como resultado de la desidia y pereza del individuo. Una de las partes en el Antiguo Testamento que condena reiteradamente esta actitud es el libro de Proverbios, el cual no se cansa de reprender al holgazán, avisándole de las consecuencias que su negativa a trabajar le van a provocar. De hecho, la figura del holgazán en ese libro se constituye en el reverso de una de las características más encomiables que pueda tener una persona: La laboriosidad. El parásito que busca por todos los medios vivir a costa de los demás, sin dar ni golpe, siendo una carga insoportable para los que están cerca de él, es duramente condenado, no existiendo la más mínima sensibilidad hacia él por el estado de precariedad en el que ha caído. La fábula de la cigarra y la hormiga que leíamos de pequeños venía a resaltar las dos actitudes dispares hacia el trabajo. La pobreza del perezoso, con su mentalidad de subvención en la que todo es gratis, no encuentra defensa, justificación ni comprensión en la Biblia.

4. Pobreza espiritual que es repudiada. Esta clase de pobreza espiritual es la mezquindad basada en la creencia de la propia excelencia personal y la superioridad moral en comparación con otros. La vemos muchas veces en las páginas de los evangelios, reflejada en quienes se consideraban a sí mismos mejores y distintos a los demás, no aceptando que, tras su capa de moralidad externa, estaban en el mismo estado de pecaminosidad que cualquiera. Esta pobreza es de espíritu, no en espíritu como la anterior. Hay un abismo entre ambas. La pobreza de espíritu es la estrechez que lo reduce todo a categorías legales y busca conseguir la justicia personal por la observancia de reglas y estipulaciones, condenando a quien no se comporta del mismo modo. La pobreza de espíritu no conoce el concepto de gracia ni el de perdón, solo el de una auto-fabricada dignidad propia. Cuatro clases de pobreza. Dos que tienen provisión de parte de Dios y dos que tienen rechazo de parte suya.
1) Mateo 5:3
©Protestante Digital
Wenceslao Calvo
Pastor y conferencista