Todos conocemos o hemos visto una luciérnaga iluminando de noche en algún jardín o parque. Este insecto coleóptero, de algo más de un centímetro de largo, cuya hembra carece de alas, tiene las patas cortas, y el abdomen muy desarrollado, cuyos últimos segmentos despiden una luz fosforescente (DRAE); nos servirá para ilustrar una trágica realidad presente en el cristianismo bíblico.
El mismo DRAE, en su segunda acepción, califica a síndrome como un «conjunto de fenómenos que caracterizan una situación determinada». Sumemos a este concepto las afirmaciones de nuestro Señor en cuanto al rol de cada cristiano y de la iglesia en general: «Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos» (Mateo 5:14-16. Énfasis añadido).
Si relacionamos la intensa luz del Espíritu Santo que mora en cada creyente en Cristo con la tenue que emite la luciérnaga, podremos darnos cuenta que la luz de muchos no está alumbrando lo suficientemente fuerte y ello se muestra a través de sus obras, las cuales lejos de ser buenas, son regulares, llegando hasta malas. No pretendemos juzgar a nadie, sino llamar a la reflexión en cuanto a la necesidad de abandonar ya la comodidad, frialdad y la vida no cónsona con las exigencias divinas impresas en la Biblia; así como dejar de ser «amigos del mundo» porque automáticamente nos constituiremos en «enemigos de Dios», tal y como lo asegura el apóstol Juan.
Dicen las Escrituras: «La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella» (Juan 1:5); si la Iglesia de Cristo no alumbra como debe, las tinieblas no retrocederán y seguirán causando daños y bajas en nuestras familias, ciudades y naciones. El cristiano que sufre del síndrome de la luciérnaga es un agente cooperante con el propio diablo y su sistema mundanal corrompido y corruptor. Nada más dañino y peligroso que un creyente que en vez de alumbrar con la luz intensa del Espíritu Santo, lo que emite es una tenue luz como de la luciérnaga.
La advertencia del apóstol Pedro debe tomarse muy en serio, cuando asegura que «ya es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si comienza primero por nosotros, ¿cómo será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios?» (1ª Pedro 4:17); primeramente Dios llamará a cuentas a la iglesia antes de hacerlo con el mundo, pues Él nos ha puesto para alumbrar, salar y producir buenos frutos para el engrandecimiento de su reino y la sanidad y salvación de las naciones; no hacerlo, o hacerlo con la tenue luz de la luciérnaga nos expone a la mayor de las reprimendas divinas.
En cuanto a Venezuela, gran parte de lo que sucede es en realidad culpa de la iglesia, pues somos la luz de esta nación, y hasta donde hemos iluminado hasta allí han retrocedido las tinieblas. La gente culpa al gobierno y a los políticos de la actual situación, pero aquel que conoce la verdad sabe perfectamente que «nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes espirituales infernales» que sólo con la luz de Cristo presente en nosotros es que las podemos disipar y hacerlas retroceder, pero si mi luz es tenue como la de la luciérnaga jamás le hará daño a nuestro enemigo espiritual, por lo que la sanidad de Venezuela se retrasará o vendrá de una manera no bíblica; que a final de cuentas no es la perfecta voluntad de Dios.
Venezuela es el reflejo hoy de la intensidad con la que su iglesia está alumbrando. Ya basta de que la politiquería, falta de santidad y compromiso con Dios sean la tenue luz de luciérnaga con la que muchos alumbran nuestro país.
A saber, ninguna luciérnaga jamás ha disipado las densas tinieblas de la noche, como tampoco lo hará jamás aquel cristiano que sufre el síndrome de la luciérnaga, cuya luz tenue sólo le alcanza para que la gente lo señale diciendo: «¡Ese que va ahí es alguien que se supone es cristiano!», tiene luz, pero no llega a alumbrar a nadie… Triste testimonio de fe el de los tales.
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