(Germán Novelli Machado – Pastor y periodista).-
La inesperada o esperada renuncia de Benedicto XVI a la cátedra de San Pedro dejó más preguntas que respuestas sobre las reales causas de su dimisión. Más allá de asuntos de edad o salud, también es cierto que los escándalos han sacudido y envuelto a El Vaticano en prácticas reñidas con los postulados cristianos, se habían convertido en una carga poco ligera para quien asegura ser el representante de Cristo en la tierra y cabeza visible de la Iglesia.
La renuncia papal dejó abierto el camino para que fuera convocado el cónclave que eligió como papa a Jorge Mario Bergoglio, quien se convierte en el primer papa jesuita y latinoamericano, escogiendo como nombre a Francisco, en honor al santo de Asís y como primer paso para enviar un mensaje al mundo de que la iglesia debía abandonar la opulencia de vida que la ha caracterizado en los últimos siglos.
Los desafíos del nuevo primado romano son muchos y todos enfocados en rescatar la credibilidad de la iglesia romana, muy cuestionada porque en el mismo palacio que dormía el santo padre, ha sido escenario de crímenes, negocios para el blanqueo de capitales y albergue para todo tipo de depravados, que van desde las operaciones de una logia gay hasta depredadores sexuales de niños y niñas, temas en el que sus dos antecesores, hicieron poco o nada por cambiar el ambiente que lesionó, además de la credibilidad institucional, la fe sincera de muchos feligreses, algunos de los cuales se fueron a otras confesiones o renunciaron a la fe.
Iglesia y Política
Desde Constantino, para algunos historiadores y teólogos, el primer papa oficial, hasta Benedicto, con el breve paréntesis de Juan XXIII, la iglesia romana pasó de ser la iglesia perseguida, la de las catacumbas y el coliseo, a una iglesia que mantuvo un férreo control, no sólo en el mundo espiritual, sino también en la actividad política de su máximo representante.
Historicamente Roma ha ejercido el poder para combatir a los enemigos religiosos, moros y judíos, como también a todos los que, en nombre de la ciencia o de la interpretación bíblica, confrontaran sus postulados doctrinales.
La iglesia institucional, más no bíblica, fue parte de acuerdos políticos para elevar al poder a emperadores, como Carlos V, pero también para sostener, en tiempos modernos a férreas dictaduras de la derecha, aunque también hubo y hay sinceros simpatizantes con los movimientos de izquierda, en la que ambos modelos han tenido y tienen en común, la represión y la persecución, condenando a la hoguera y a la cicuta.
Los acuerdos de vaticanistas modernos con gobiernos terrenales ha servido, sí para soportar obras sociales y educativas, pero también por la vía de acuerdos para recibir apoyo económico de los gobiernos, lo que permitió a los altos jerarcas llevar vidas cómodas, ser protagonistas de eventos sociales y recibir el reconocimiento de ricos y poderosos, olvidando a los pobres de Jesús, hablando mucho de la pobreza y la explotación, pero viviendo muy lejos de los ejemplos tanto de Jesús, como de sus primeros seguidores, convirtiendo la Iglesia en un mercado de trampas.
Roma ha sido una cueva de ladrones, como los llamó Cristo, como queda evidenciado en los escándalos de los bancos Ambrosiano y Vaticano, que son parte de una investigación del Departamento del Tesoro de Estados Unidos.
La corrupción política, la influencia para hacer negocios de algunos obispos y hasta curas, se han hecho parte de muchas noticias de prensa, en muchos de los casos se anuncian los delitos pero no se castiga a los delincuentes, porque la justicia, que debería ser ciega, abre los ojos para no tocar a los ungidos, pero del poder.
Así que regresar a los altos y bajos jerarcas romanos, al encuentro con la vida sencilla de los cristianos y parecerse más a Jesús que a Nerón, es una de las papas calientes de Don Francisco.
Los pecados de Alejandro VI
La vida de César Borgia, conocido como el papa Alejandro VI, no sólo ha sido tena de discusión y hasta de películas, vida y obra que no son para la motivación espiritual sino todo lo contrario. Este clérigo usó a su sobrina Lucrecia para lograr, mediante favores sexuales, que su amado tío recibiera el báculo de padre y pastor.
La falsa moralidad de Roma, encontrar la ciudad lenocinios para sacerdotes y monjes, impactó mucho la vida de Lutero, cuando en su rol de fraile le tocó peregrinar a la Santa Sede y su corazón ardió al ver una contradicción entre lo que se debía vivir y la realidad que se desnudaba frente a él. Lutero encontró en Roma, no sólo un mercado para vender y comercializar la fe, sino un monumento a la prostitución y los desvíos sexuales.
El tiempo, lejos de cambiar esta realidad del Siglo XVI, visto los episodios ocurridos en todas partes, nos hace pensar, que esta realidad no ha sido cambiada. Roma, además de necia, ha sido cómplice en casos como el de Marcial Maciel, fundador de la orden Legionarios de Cristo, quien dedicó su vida al acoso sexual de niños y jóvenes, pero también a establecer una corporación financiera internacional multimillonaria, convirtiendo a los Legionarios de Cristo en una mafia que Capone envidiaría.
Este es apenas uno de los cientos de casos, algunos investigados por las policías en varios países del mundo, otros con culpables convictos y confesos como depredadores sexuales, por los cuales, por citar un ejemplo, varias diócesis católicas en Estados Unidos se han declarado en quiebra, para no pagar las millonarias demandas ejecutadas por los cientos de víctimas, quienes, además de exigir indemnización económica, una y otra vez solicitan a Roma, el castigo ejemplarizante para los responsables y sus encubridores, algunos de ellos lucen el capelo de cardenal sobre sus cabezas.
Menuda tarea, de las que seguiremos hablando en nuestra próxima entrega, es la que tiene que abordar Bergoglio, papas calientes que deberá enfrentar, corregir y liquidar, aunque no soy optimista en su éxito, y es bueno recordar lo que Martin Lutero predicó:
«Estamos aquí con la convicción de que el papado es la sede del Anticristo verdadero y real… personalmente yo declaro que yo no le debo ninguna obediencia al Papa así como al Anticristo» (18 de agosto de 1520).
Continuaremos…
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