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“Pastor, me voy de la iglesia”

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Hace unos días, en plena cuarentena, un integrante de la congregación que el Señor me llamó a pastorear le comunicó a un líder de nuestra iglesia: «dile al pastor que me voy de la iglesia». Esta persona había cometido, conscientemente, un pecado público, por lo que decidió ‘irse de la iglesia’ en vez de arrepentirse y enfrentar valientemente la vergüenza pública, lo cual no trascendería de ahí.
Meditando en este caso, el Espíritu Santo habló a mi corazón indicándome el error y la ignorancia de las Escrituras en la que incurren muchos cristianos que piensan -inducidos por el enemigo-, que una vez cometen algún pecado que sale a la luz, lo resolverán ‘yéndose de la iglesia’. Me hacía entender el Señor que hacen esto por orgullo y porque no entienden quiénes son ellos y quién es la Iglesia, a la cual confunden con el templo o la congregación.
Hoy que no estamos asistiendo «a la iglesia» por causa del confinamiento pandémico, cuesta entender que muchos cristianos, como la persona a la que venimos haciendo alusión, no han entendido aún que el templo físico (a la que muchos llaman ‘la iglesia’) no es la Iglesia del Señor, sino un lugar donde se congrega el cuerpo de Cristo.
¿Acaso no nos ha quedado suficientemente claro en esta crisis sanitaria que nos ha confinado en nuestras casas que somos la Iglesia, aunque no asistamos la templo? ¿No ha sido Dios lo suficientemente claro con esta pandemia que la Iglesia, Su Iglesia, no es el templo donde nos congregamos, sino cada uno de los que hemos sido lavados por la sangre de Cristo?
¿No es el Nuevo Testamento lo suficientemente claro con respecto a quiénes somos los hijos de Dios ‘en Cristo’? Veamos algunos de los muchos pasajes de las Escrituras que nos aclararán más el panorama:
«¿Acaso ignoran que el cuerpo de ustedes es templo del Espíritu Santo, que está en ustedes, y que recibieron de parte de Dios, y que ustedes no son dueños de sí mismos? Porque ustedes han sido comprados; el precio de ustedes ya ha sido pagado. Por lo tanto, den gloria a Dios en su cuerpo y en su espíritu, los cuales son de Dios» (1ª Corintios 6:19-20).
«¿Y qué acuerdo puede haber entre el templo de Dios y los ídolos? ¡Ustedes son el templo del Dios viviente! Ya Dios lo ha dicho: “Habitaré y andaré entre ellos, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo» (2ª Corintios 6:16).
«Dios sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio a la iglesia, como cabeza de todo, pues la iglesia es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena a plenitud» (Efesios 1:22).
«En Cristo, todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para llegar a ser un templo santo en el Señor; en Cristo, también ustedes son edificados en unión con él, para que allí habite Dios en el Espíritu» (Efesios 2:21-22).
«Él existía antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia» (Colosenses 1:17).
En resumen, cabe hacernos algunas preguntas: ¿cómo alguien puede irse de Cristo? ¿Dejar de asistir al templo por cobardía u orgullo ya se deja de ser miembro de Su Templo Vivo? ¿Cómo alguien que es un miembro del cuerpo de Cristo puede desmembrarse de la Cabeza? ¿Acaso la Iglesia, el templo del Señor, termina en la tierra o como enseña Apocalipsis 21:3,22, es eterno; y nosotros somos uno con Él? 

“NO ME CONGREGO, ESTOY APARTADO…”

Otro asunto que trajo el Espíritu Santo a mi mente es a aquellos cristianos que antes asistían a las congregaciones fielmente y de pronto dejan de ir; catalogándose a sí mismos como «apartados» o «fríos», queriendo dar a entender que no están fervientes y dando fruto en Cristo.
La Biblia habla de «no contristar al Espíritu Santo», de «no apagar el fuego del Espíritu», entre otras recomendaciones similares; dejar se asistir a la congregación no significa que hemos dejado al Señor y menos que nos hemos apartado de Él. Nuevamente, Él «no habita en templos construidos por manos humanas», sino en corazones convertidos a Cristo y fieles a la Palabra de Dios.
Si dejar de asistir a un templo es sinónimo de estar apartado del Señor, entonces en esta pandemia todos estamos «apartados y descarriados»; lo cual es falso y no tiene asidero bíblico. Recordemos que muchos son asistentes permanentes a las congregaciones, pero en el fondo están alejados del Señor porque viven una doble vida, andan religiosa y farisaicamente, confesando al Señor con la boca, pero lejos de Él en su corazón.

Georges Doumat B

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