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«¡Pobre de mí! No llegué a tiempo para la cosecha de verano ni para los rebuscos de la vendimia; no tengo un solo racimo que comer, ni un higo tierno, por el que me muero. La gente piadosa ha sido eliminada del país, ¡ya no hay gente honrada en este mundo! Todos tratan de matar a alguien, y unos a otros se tienden redes. Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo; funcionarios y jueces exigen soborno. Los magnates no hacen más que pedir, y todos complacen su codicia. El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza; el más recto, más torcido que un espino.
El hijo ultraja al padre, la hija se rebela contra la madre, la nuera contra la suegra, y los enemigos de cada cual están en su propia casa» (Miqueas 7:1-4,6).
Varios siglos atrás, el profeta Miqueas escribió una descripción tan vívida de su contexto social que llama la atención por su vigencia y tremendo parecido con nuestra propia realidad actual.
¡Vaya cuadro social, económico, político y religioso que le tocó vivir a este buen hombre! Aunque nos duela, podemos trazar con facilidad un parangón con lo que vemos día tras día a nuestro alrededor y a través de los medios de comunicación. ¡A veces da la impresión que no se puede confiar en nada ni en nadie!
Entonces, ¿qué hacer ante una situación tan crítica? Miqueas concluye su texto con estas palabras: «Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor; yo espero en el Dios de mi salvación. ¡Mi Dios me escuchará!» (Miqueas 7:7).
¡Todavía existe Alguien en quien podemos depositar nuestra confianza! Dios, nuestro creador, desea que hallemos en Él la esperanza de vida, el gozo de Su amor y la paz de Su presencia.
Mientras hacemos nuestra parte por transformar el mundo en un lugar mejor, aprendamos a confiar cada día en Dios a través de Jesucristo, quien nos amó y murió en una cruz para que pudiéramos alcanzar la vida eterna.
¡Vivamos una vida al 100%!
Rubén Kassabián
Pastor
devocional@jesus100x100vida.org