¿Qué es la brujería? Esta es una excelente pregunta que la gente me hace muy a menudo, y es muy difícil de responder. ¿Por qué? Bueno, la mejor respuesta sería que cada persona que practica este oficio tiene su propia definición. Pida a diez brujas, wiccanos o paganos que definan la brujería y obtendrá diez respuestas diferentes. Sin duda hay puntos en común, pero con una gran diversidad.
Para hacerlo sencillo, voy a utilizar el punto de vista sobre la brujería que adopté cuando la practiqué. La brujería es: “Conectarse con una deidad o con el universo por medio de la naturaleza; adoptar a la magia como una forma de vida”.
La gente piensa que los encantos o rituales son brujería; una idea extraída del conocimiento popular y aceptada por muchos que la practican. Si bien hay algo de verdad en esta opinión, no llega a la raíz de la brujería. Esta actividad es mucho más que la suma de sus prácticas. Los encantamientos, hechizos, herramientas de ocultismo y rituales son sólo una parte de la brujería, pero no la definen. Si usted quiere entender en qué consiste la brujería, debe profundizar más.
La brujería es espiritual. Para mí la brujería se transformó en el lente por el cual miraba el mundo y el vehículo mediante el cual podía expresar mis tendencias espirituales.
La transición no ocurrió de un día para el otro. Oscilé durante años entre la hechicería y la iglesia, golpeándome la cabeza contra lo que llamaba “culpa del sobreviviente”. Esto no es nada raro. Muchas personas que se involucran en la Wicca o la brujería vienen de la iglesia. Encontré a muchos itinerantes que entendían mi decisión de dejar atrás a Dios y al cristianismo.
Asistí a un festival del orgullo pagano hace muchos años. El evento se hizo en un parque. Los organizadores tenían todos los permisos necesarios de manera que podían ofrecer comida, tenían puestos en los que vendían artículos artesanales, había entretenimiento y talleres. La tarifa para ingresar era un producto no perecedero que sería donado a un banco de alimentos. La tarde culminaba con un ritual en el que se trazaba un círculo abierto. El clima era perfecto y el festival estaba bien organizado. El único punto oscuro del día fue un grupo de cristianos que llegaron con carteles y un megáfono y gritaban a los transeúntes, condenándolos. Tuve que pedir a dos jóvenes que me acompañaran hasta mi auto porque estos “testigos de la fe” me habían rodeado en el estacionamiento. Lamentablemente, este es el tipo de demostración que muchos esperan de la iglesia cuando se trata de brujas o de wiccanos. Créame, no los ha llevado a querer escuchar el evangelio. Es prácticamente un hecho: si usted habla del cristianismo con alguien que practica la brujería, obtendrá una reacción muy hostil. ¿Por qué? Porque han sido heridos.
En mi caso pasaban más cosas de las que se veían en la superficie. Jamás quise admitir que me sentía condenada; esa idea me hacía enojar. Ceder ante la tentación me hacía sentir liberada, después de años de negación.
Me zambullí en las prácticas de la magia y del ocultismo, pero las preocupaciones me seguían inquietando. ¿Qué pasaría si todo lo que había aprendido en la iglesia fuera cierto? ¿Cómo afectarían a mis hijas mis decisiones espirituales? En esos momentos era presa del terror y tomaba la precipitada decisión de volver a ser una buena cristiana. Me deshacía de todas las cosas de ocultismo y me ponía una máscara religiosa fingiendo que era real. No hace falta decir que no tardaba mucho en volver a mis rituales de brujería porque la decisión era totalmente superficial.
Me volví muy buena en ignorar esos codazos del Espíritu Santo, creyendo que “una vez bruja, siempre bruja”. Este sentimiento se convirtió en una especie de mantra para mí.
Pero sin embargo no hizo que Dios dejara de tocar el tema. La gente me preguntaba: “¿Por qué la brujería?”, citando a la brujería como un sobrenatural viaje de poder. Parte de ello tenía que ver con sentirme valorada como mujer, en igualdad de condiciones con mis colegas. No había restricciones en cuanto a cómo me podía desarrollar como líder espiritual. Yo verdaderamente creía que tenía el control de mi destino. Si las circunstancias (dinero, salud, relaciones) no funcionaban bien en lo mundano (en el mundo cotidiano) podía encausar mi energía espiritual con hechizos para lograr mis objetivos. Si tenía que tomar una decisión, procuraba adivinar (proyectar al futuro) los posibles resultados y así me guiaba. Como bruja me sentía arraigada en la tierra y el universo. Años después admití de qué se trataba aquello (Isaías 14:13–14). De manera que sí: eran aires de grandeza. Me resultaba tentador creer que la clave para todo se encontraba dentro de mí, al menos hasta que el peso de la verdadera culpa espiritual se desplomara sobre mí.
Luego de mi decisión de volver a Cristo, resolví estudiar mejor lo que significaba ser bruja. Al leer la Biblia, descubrí algo muy interesante, que resume la brujería, sus prácticas y las creencias que se asocian con ella y pone a todo lo que hice como bruja en una perspectiva muy cruda.
Samuel, el profeta y último juez de Israel, está hablando con el rey. Saúl era el hombre que se había comprometido a honrar a Dios en todo. Saúl se había vuelto cada vez más arrogante en su reinado, y como consecuencia de ello desobedeció los mandamientos de Dios. Tenía la idea de que las cosas estarían bien con solo arrepentirse después y ofrecer algún sacrificio. Sin embargo, Samuel tenía otras noticias para Saúl: Samuel respondió: “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey” (1 Samuel 15:22–23).
La verdad de estas palabras siempre me desarmaba. Rebelión: “Negarme a aceptar la autoridad de Dios en mi vida”. Es la raíz misma de la brujería.
Digamos que he dejado de señalar con el dedo al rey Saúl. La Biblia declara enfáticamente que Él es el único Dios vivo y verdadero. Como bruja desobedecí la autoridad natural de Dios sobre mi vida, primero al inclinarme ante los ídolos y luego al practicar adivinación, hechicería, amuletos, talismanes, encantamientos, espiritismo y brujería de ese tipo. Dios no da poder a esas actividades, pero hay algo que sí se lo da y no es una “energía universal” benévola.
Viví ese aspecto de manera íntima y personal. Estamos en una batalla espiritual, y el atractivo de la brujería sólo es una pequeña parte de ella. Satanás no creó la brujería ni ninguna de las tradiciones que la gente ha concebido por generaciones. Sin embargo, el enemigo explota la curiosidad del hombre por lo desconocido y su deseo de conexión espiritual. Por medio de la brujería Satanás provee una alternativa a Dios; nos ofrece una miríada de espíritus elementales de la naturaleza y guías sobrenaturales para tentarnos a pecar. Los seres humanos siguen buscando promesas falsas y enseñanzas que parecen razonables a pesar del propósito y el plan revelado por Dios a través de Jesucristo. Afortunadamente, por fin recordé lo más importante, antes de que fuera demasiado tarde. Como cristiana debo depender completamente de la gracia de Dios y ser obediente a su voluntad. Para mí, cualquier otra cosa es brujería.
Tomado de su libro Escape de la Caldera. Casa Creación. Usado con permiso.
Kristine McGuire
Escritora