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¿Qué podemos hacer en esta guerra?

Los cristianos debemos también enfrentar la realidad de nuestra lucha, y posicionarnos valientemente con las armas espirituales que Dios nos ha dado

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Los ojos de todo el mundo miran hoy al enfrentamiento que está ocurriendo entre Rusia y Ucrania. Pero los cristianos debemos también enfrentar la realidad de nuestra lucha, y posicionarnos valientemente con las armas espirituales que Dios nos ha dado. En la carta a los Efesios el Espíritu Santo nos revela mucho de lo que nos pertenece por la muerte y resurrección de Jesús. Y en el capítulo 6, nos advierte sobre la necesidad de fortalecernos en el Señor para prevalecer.
Aquí les presento algunos aspectos importantes sobre ello:
Primero, el mandamiento de fortalecernos en el Señor deja claro que no podemos vencer por nuestras propias fuerzas. El conocimiento de nuestra debilidad nos debe inclinar hacia Dios, y reconocerlo como nuestra torre fuerte, donde podemos ser levantados (Proverbios 18:10).
Jonatán vino a su amigo David, cuando este enfrentaba la persecución de Saúl. Siempre la persecución tiende a debilitar nuestro ánimo. Por eso, es imprescindible fortalecernos en el poder de la fuerza de Dios. Jonatán fortaleció las manos de David en Dios (1 Samuel 23:16), y el salmista bendijo al Señor, quien adiestra nuestras manos para la batalla (Salmo 144:1). También, cuando Elías enfrentaba una batalla campal de parte de Jezabel, un ángel alimentó al profeta en el desierto, y fortalecido con aquella comida, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, monte de Dios (1 Reyes 19:7,8).
En segundo lugar, la causa principal por la cual debemos armarnos espiritualmente es que necesitamos estar firmes contra las asechanzas del diablo.
La Serpiente antigua acechó a Eva, y la primera pareja humana cayó por un dardo de su engaño (Génesis 3:1-7). También el mismo diablo acechó a Cristo en el desierto, después que el Señor había ayunado cuarenta días (Mateo 4:1-11). En verdad, no debemos ignorar las maquinaciones del Enemigo (2ª Corintios 2:11). Los hijos de Dios somos contados como ovejas para el matadero. Pero en todas estas cosas, somos más que vencedores, por medio de aquel que nos amó (Romanos 8:36,37).
Tercero, debemos recordar que nuestra lucha no es contra sangre y carne.
Esta aclaración sugiere que, a veces, el Enemigo puede usar seres humanos para enfrentarnos, pero nuestro blanco de ataque nunca debe ser el instrumento que el enemigo usa, sino el enemigo que usa al instrumento.
La Biblia dice que nuestra lucha es contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes. Estos demonios habían usado a Simón el mago para hacer creer a las multitudes que él era el gran poder de Dios (Hechos 8:10). Igualmente, estos espíritus malos utilizaron a Elimas el mago en la ciudad de Pafos, para intentar apartar de la fe al procónsul Sergio Paulo a quien Pablo estaba evangelizando (Hechos 13:4-8). Fueron también estos espíritus malignos los que usaron a una joven adivina en Filipos para alborotar la ciudad con respecto a Pablo y a Silas (Hechos 16:17).
Por último, debido a la realidad de nuestra lucha espiritual, debemos tomar toda la armadura de Dios.
Al ser de Dios la armadura, tomarla supone que el creyente está viviendo en comunión con Dios. Ciertamente, un creyente vencedor es una persona de oración, que está en Cristo, que adora, alaba a Dios e intercede por los santos.
Al ser del Señor las armas, están probadas como efectivas, pues él nunca ha perdido una batalla. Si las usamos, no seremos derrotados. David tuvo que enfrentar al gigante con las armas de Dios, con el nombre de Jehová de los ejércitos, y lo venció con esas armas comprobadamente poderosas. Antes había probado las armas de Saúl, y confesó que no sabía andar con ello (1 Samuel 17:38,39,45). La guerra espiritual no se gana con el intelecto, ni haciendo hechizos y prácticas corporales. Se gana con las armas de Dios.
Por ejemplo, como la mentira abre brechas al Enemigo, el arma de la Verdad, debe ser como un cinto ceñido a nuestros lomos.
Asimismo, la justicia de Dios que se recibe por la fe en Cristo, cual arma efectiva debe ser parte de nuestro diario andar, y cuando andamos en esa justicia, nuestro corazón está protegido. Por mucho que el Enemigo nos quiera herir, y hacer sangrar nuestros sentimientos, cuando la coraza de justicia está bien ceñida, la amargura no halla espacio en nosotros.
Igualmente, la guerra espiritual exige que nuestros pies estén calzados con el apresto del evangelio de la paz. Ir a sembrar la Palabra de Dios en los corazones, es un arma efectiva en la batalla espiritual. Cuando los 70 discípulos fueron enviados por Jesús, regresaron diciendo: “Señor, aún los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lucas 10:17). Fue también yendo a predicar el evangelio, que Felipe encontró a Simón el mago, y este creyó en Jesucristo y dejó de ser el mago de Samaria. De igual forma, fue yendo a predicar que Pablo encontró a Elimas el mago, al cual Dios hirió para impedir que dañara la fe del procónsul. Cuando salimos a evangelizar a otros, tenemos nuestros pies calzados. Aunque vayamos andando y llorando, volveremos con gozo, viendo cómo el Señor nos usa para rescatar a los que están atados por el Enemigo.
Además, debemos tomar el escudo de la fe, que sirve para apagar todos los dardos de fuego del maligno. Así que, dichos dardos son lanzados para hacernos dudar, para causar incertidumbre e impedir que alcancemos lo que nos pertenece en Cristo. Pero la fe en el Señor es un escudo. David dijo: “…Jehová es escudo alrededor de mí, mi gloria y quien levanta mi cabeza… No temeré a diez millares de gente que pusieren sitio contra mi” (Salmo 3:3,6).
No olvidemos tampoco el yelmo de la salvación. Así como el yelmo físico protege la cabeza, este yelmo espiritual está diseñado para proteger nuestras convicciones respecto a la salvación. La Biblia dice que nosotros tenemos la mente de Cristo, y debemos proteger esa mente espiritual, de modo que tengamos convicción que, en verdad, hemos sido salvos desde el día que creímos en Jesucristo para vida eterna.
Finalmente, una de las armas más poderosas es la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. A la par, Pablo cita la necesidad de orar en todo tiempo. El sentido en que aparece la espada del Espíritu unida a la oración perseverante, nos revela que la Palabra de Dios funciona como una espada aguda de doble filo, esgrimida por aquellos que oran en todo tiempo. ¿Cómo poder hacer uso de la palabra de Dios, si no tenemos comunión con el Dios de la palabra?
Los apóstoles del Señor lo sabían, y por eso dijeron: “Y nosotros perseveraremos en la oración, y en el ministerio de la Palabra” (Hechos 6:4). Los cristianos necesitamos memorizar la Palabra para defendernos oportunamente del tentador como hizo Cristo en el desierto, derrotando cada ataque del Enemigo con la expresión, “Escrito está”, y citaba una porción de la palabra de Dios de memoria.
Amados, no ignoremos el origen y la realidad de nuestra lucha. Pero confiemos que el Señor nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento (2ª Corintios 2:14).
La meta de Dios al brindarnos sus propias armas, es que habiendo acabado todo, podamos estar firmes. Para ello, es indispensable que pongamos los ojos en Jesús el autor y consumador de la fe. Los que confían en él, son como el monte de Sion que no se mueve, sino que permanece para siempre.
A tu servicio en Cristo.

Eliseo Rodríguez
Pastor y maestro

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