Gran parte de lo que vivimos hoy día es el resultado de las siembras que hemos hecho en el ayer, pero sea bueno o no, ya no hay forma de volver al pasado y cambiarlo

Constantemente nuestro padre celestial en Su Palabra nos habla del principio universal de la siembra y la cosecha, que, en la práctica literal (el arte de trabajar la tierra para comer de su fruto), se remonta a tiempos muy antiguos, y es un principio que en la vida diaria experimentamos todos, tanto creyentes como no creyentes. ¡De hecho, me atrevería a decir que casi todos lo experimentamos en la escuela cuando nos pidieron sembrar una semilla de caraota en un frasquito y a los pocos días taraaaan! Una plantita de caraotas brotó.
Cada siembra requiere una serie de cuidados constantes los cuales asegurarán que la semilla plantada de un buen fruto, primeramente, el sembrador debe preparar el terreno, limpiar la tierra y ararla en algunos casos, también debe asegurarse de que la semilla esté libre de microorganismos tales como parásitos que más adelante pudieran perjudicar su crecimiento, para esto pueden utilizar uno u otro proceso (dependiendo de la planta) para esterilizarla. Además de esto, es muy importante que la planta reciba luz y agua para su óptimo crecimiento, y así entre otros cuidados.
La rápida o tardía cosecha dependerá del tipo de semilla que estemos sembrando, la caraota, por ejemplo, germina bastante rápido, entre 6 y 13 días, a diferencia del aguacate, el cual puede tardar entre 5 y 13 años en dar sus primeros frutos. De la misma manera pasa en nuestra vida, hay cosas en las que sembramos hoy de las cuales veremos un fruto inmediato y otras que probablemente tomen meses o incluso años hasta que podamos ver la tan anhelada cosecha. Pero una cosa es segura, y es que todo lo que sembremos lo vamos a cosechar.
Hace un par de días leí una frase que decía: “Te mereces todo lo que le hiciste a otros, eso ¿te alegra o te asusta?”; la certeza de esta frase me impactó, ya que no está lejos de lo que nos declara Dios en su Palabra, es motivadora e inspiradora si hemos sembrado correctamente no solo en quienes nos rodean, sino también para con Dios, y reflexiva si se ha obrado en maldad y egoísmo bajo el tan escuchado lema de que “el fin justifica los medios”, ya que tarde o temprano cosecharemos lo sembrado, pues Dios es justo y su Palabra fidedigna.
En lo personal cuando Dios usa esta analogía de la siembra y la cosecha en Su Palabra creo que es para hablarnos a sus hijos de una manera práctica y que podamos comprender el peso que tienen nuestras acciones, palabras y aún las intenciones de nuestro corazón. “No se dejen engañar: nadie puede burlarse de la justicia de Dios. Siempre se cosecha lo que se siembra. Los que viven solo para satisfacer los deseos de su propia naturaleza pecaminosa cosecharán, de esa naturaleza, destrucción y muerte; pero los que viven para agradar al Espíritu, del Espíritu, cosecharán vida eterna” (Gálatas 6:7-8).
Gran parte de lo que vivimos hoy día es el resultado de las siembras que hemos hecho en el ayer, pero sea bueno o no, ya no hay forma de volver al pasado y cambiarlo, lo que si podemos es preparar el terreno de nuestra vida viniendo a Dios en oración con un corazón arrepentido, pidiéndole perdón por las veces que nuestras acciones y palabras no han reflejado su grandeza y santidad, y de esta forma comenzar hoy a sembrar las buenas semillas que nos darán mañana los mejores frutos, dignos del gran Dios y Padre que tenemos y a quien servimos.
Todo lo que sembremos para el Espíritu nos dará un beneficio inmediato en nuestra vida espiritual y una recompensa eterna que solo Dios sabe dar. “Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos” (Gálatas 6:9).
Yesica de García
Diseñadora Gráfica