Sinceramente tenemos que reconocer la excelente labor que está realizando el papa Francisco al frente del Estado Vaticano. Si pensábamos que Juan Pablo II lo había hecho bien, este primado católico ha sobrepasado las expectativas de propios y extraños.
Mire que reunir en su propia casa a «evangélicos», gente de otras religiones, ir a Jerusalén y lograr sentar a líderes judíos y musulmanes es toda una proeza para estos tiempos donde la diplomacia mundial ha tenido más reveces que victorias.
Hacer que Obama y Raúl Castro se pongan de acuerdo y reinicien las relaciones diplomáticas congeladas desde hace décadas, hasta lograr que sea declarado al gobierno cubano como «no auspiciador del terrorismo» (claro cuando el terrorismo ahorita se focaliza en la guerrilla colombiana y en los fundamentalistas islámicos, suena lógico), le hace merecedor del Premio Nobel de la Paz, pero en grado honorífico.
Pero si hasta ahora el primado nos ha asombrado en tan poco tiempo de «ministerio», lo que dijo a principios del mes de junio sobrepasa lo extraordinario. «El papa Francisco dice que el Corán es lo mismo que la Biblia», publicaron muchísimos medios internacionales.
Tan rimbombante frase vino «tras un encuentro reciente entre el papa Francisco y unos seguidores católicos, -el líder religioso con el objetivo de promover la tolerancia religiosa- dijo que el Corán y las enseñanzas espirituales contenidas en el mismo, son tan válidas como la Santa Biblia», publicaron las agencias.
«Jesucristo, Mahoma, Jehová, Alá. Estos son todos los nombres utilizados para describir un ente que claramente es el mismo en todo el mundo. Durante siglos, la sangre ha sido derramada en vano por el deseo de separar nuestra fe. Esto, sin embargo, debe ser el mismo concepto que nos una como personas, como naciones y como un mundo unido por la fe», dijo el líder católico.
«Juntos, podemos lograr una era sin precedentes de paz, todo lo que necesitamos para alcanzar tal estado es el respeto de las demás creencias, porque todos somos hijos de Dios sin importar el nombre que elijamos para dirigirnos a él. Podemos lograr cosas milagrosas en el mundo mediante la fusión de nuestra fe, y el tiempo para tal movimiento es ahora. Ya no tendrá que sacrificar nuestros vecinos sobre las diferencias en referencia a su Dios», agregó.
¡Te felicito Francisco…!, estás cumpliendo las profecías bíblicas -no las del Corán-, de una manera asombrosa y milimétricamente exacta.
La Biblia es bien explícita en cuanto al papel del líder religioso que se levantará en los tiempos del fin y aglutinará en un ecumenismo sin igual, y sin disparar una sola bala, a las religiones del mundo bajo una sola representación conocida como «Babilonia la ramera», cuya sede será la «gran ciudad de las siete colinas» (Roma); ese hombre es denominado por Dios como «el falso profeta» (Apocalipsis 17-19).
El papel del «falso profeta» será preponderante: reunir a las religiones y unificar sus criterios, procurar la «paz» entre Israel y sus vecinos, y entregarle el poder religioso al anticristo que será erigido por él como el «mesías» esperado -tanto por Israel, los musulmanes como por el mundo que vive de espaldas a Jesucristo, el Mesías verdadero-. Tendrá poder hasta para hacer bajar fuego del cielo y otras «maravillas» como el de resucitar.
Si Francisco no es ese líder religioso de los tiempos del fin -que ya están aquí, por cierto-, entonces es el predecesor. Pero de que lo está haciendo de manera excelente, no se le quita. De verdad ¡te felicito Francisco…!, gracias a tus acciones podemos hoy asegurar que Jesucristo ya está a las puertas y viene por su Iglesia, la genuina, la que compró a precio de su sangre preciosa derramada en la cruz del Calvario.
Mientras tanto cumplimos con recordarle al papa Francisco y a sus seguidores -evangélicos confundidos incluidos-, lo que dice la Biblia acerca del final de todo este movimiento ecumenista: «¡Ya ha caído! ¡Ya ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de todo espíritu impuro; ¡está habitada de toda clase de aves inmundas y aborrecibles! Todas las naciones han bebido del ardiente vino de su inmoralidad sexual. Los reyes de la tierra han tenido relaciones sexuales con ella, y los comerciantes de la tierra se han enriquecido gracias a su impresionante prosperidad».
Y al final «…dirán: ¡Ay de ti, ay de ti, la gran ciudad, que te vestías de lino fino, de púrpura y de escarlata, y que te adornabas con oro, piedras preciosas y perlas!… Tus comerciantes eran los grandes personajes de la tierra, y con tus hechicerías engañaste a todas las naciones. Fue en ti donde se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido asesinados en la tierra» (Apocalipsis 18:2-3, 16, 23-24).
El consejo es terminante: «Oí entonces otra voz del cielo, que decía: “Ustedes, los de mi pueblo, salgan de esa ciudad para que no participen de sus pecados ni reciban parte de sus plagas; pues son tantos sus pecados que llegan hasta el cielo, y Dios ha tomado en cuenta sus injusticias”» (Apocalipsis 18:4-5).
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