“Los días que vivimos y los que vienen cada día se recrudece la proliferación tanto de falsas doctrinas como de la apostasía”
Se llevó las manos a su frente y me dijo: «Ya no sé en quién creer ni qué creer. Hay cosas que no encajan frente a tantas nuevas doctrinas que rayan casi en la apostasía».
Ese clamor de esa persona me hizo reconsiderar lo importante de estar alerta frente a las falsas doctrinas que luego pueden terminar en una apostasía.
¿Cómo diferenciar una falsa doctrina de una apostasía? Déjame ilustrarlo de esta manera:
Una falsa doctrina se asemeja a un carro que por descuido del conductor comienza a salirse de la carretera pero aún sigue con dos de sus ruedas en el pavimento y las otras dos fuera del pavimento.
El apóstol Pablo escribiéndole a su discípulo Timoteo le recuerda: «Como te rogué que te quedaras en Éfeso cuando fui a Macedonia, para que mandaras a algunos que no enseñen diferente doctrina ni presten atención a fábulas y genealogías interminables [que acarrean discusiones más bien que edificación de Dios, que es por fe], así te encargo ahora. El propósito de este mandamiento es el amor nacido de un corazón limpio, de buena conciencia y fe no fingida. Algunos, desviándose de esto, se perdieron en vana palabrería. Pretenden ser doctores de la Ley, cuando no entienden ni lo que hablan ni lo que afirman» (1ª Timoteo 1:3-7. RV60).
El apóstol menciona en estas palabras que las características de una falsa doctrina son fábulas (mitos y debates interminables), genealogías interminables (linajes espirituales). Y mencionan que de la pureza de la doctrina, la cual rechaza la falsedad, se desprende: amor nacido, corazón limpio, buena conciencia y fe no fingida.
Una apostasía es como cuando el carro sale completamente de la vía pavimentada y se desborda por terrenos inhóspitos y en cualquier momento puede desprenderse por un barranco hasta dejar solo hierros retorcidos.
APOSTASÍA, palabra que en griego es compuesta de «apó» (caer, alejarse de) y «stasis» (rebelión) y que se utilizaba para señalar una revuelta política o militar. Significa el acto de rechazar la fe o las doctrinas profesadas o creídas, apartándose para adoptar otras. La palabra apostasía salió de los tiempos intertestamentarios cuando Antíoco Epifanes imponía a los judíos que se convirtiesen de judíos a helenísticos (griega). Muchos por no ser perseguidos apostataron de la fe.
Toda falsa doctrina en cualquier momento pasaría a ser una apostasía.
«¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Señor, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás» (Isaías 1:4).
La esperanza que viene… Dios dice:
«Nunca más se contaminarán con ídolos ni con imágenes repugnantes ni rebelión, porque los salvaré de su apostasía pecaminosa y los limpiaré. Entonces serán verdaderamente mi pueblo y yo seré su Dios» (Ezequiel 37:10, énfasis añadido).
Los días que vivimos y los que vienen cada día se recrudece la proliferación tanto de falsas doctrinas como la apostasía. Un compromiso ineludible para toda la Iglesia y en especial para nosotros líderes es pedir discernimiento, cuidar nuestro corazón y tener ojo de águila para poder detectar, enfrentar y contrarrestar el avance de estas dos epidemias que se convertirán en pandemias, si nos adormecemos en los brazos de un evangelio ligero y centrado en eventos y no en procesos.
Señor, pon colirio en nuestros ojos y destruye todo espíritu de estupor que encanta a quienes dejan que los cantos de sirena los envuelvan y ayúdanos a volver a ti con un corazón sencillo hacia los senderos antiguos de la fe, la esperanza y el genuino amor a ti.