El temor no es algo natural ni procede del Señor, por el contrario, es un espíritu satánico que ha azotado al ser humano desde el principio de los tiempos, causándole depresión, angustia, preocupación, enfermedad y muerte. Si no sabemos apartarlo llevaremos vidas miserables.
El miedo penetró en la raza humana después que Adán y Eva pecaron: «Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo» (Génesis 3:16). Mientras ellos se mantuvieron unidos al perfecto amor de Dios no sufrieron temor, porque «en el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo» (1ª Juan 4:18).
La persona con miedo es castigada continuamente, porque piensa que lo que teme pueda sucederle. Un ejemplo bíblico es la vida de Job. Durante el tiempo en que se mantuvo en el perfecto amor, Dios le dio cobertura y protección, pero una vez que comenzó a pensar en la pérdida de los hijos, en ruina y en enfermedad, le abrió la puerta al espíritu de temor y le otorgó derecho legal al diablo para que lo destruyera. Job lo explica así: «El temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía» (Job 3:25).
Conozco mucha gente atemorizada, incluyendo a cristianos devotos, su miedo proviene -aunque no lo admitan- de su desconfianza en el amor de Dios. Cuando la mente de un creyente se aparta de de las promesas del Señor, pierde su fe y comienza a morir lentamente.
Una persona con cáncer sufre porque padece la enfermedad, pero hay gente que se atormenta durante años pensando en que puedan contraerla. No están enfermos de cáncer, pero sufren como si lo estuvieran.
La persona con espíritu de temor vive de manera incorrecta. Mi suegra guarda en una gaveta pijamas y ropa interior nueva, porque posiblemente la lleven de emergencia a una clínica. ¿Acaso esto no es un tormento? Satanás mantiene cautiva a la persona con oscuros y tortuosos pensamientos.
Si prestas atención a los pensamientos negativos le estás abriendo la puerta de tu vida al diablo para que entre y te dañe. La Biblia dice: «Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Santiago 4:7).
La manera que conozco para echar fuera el temor es decretar la poderosa Palabra de Dios. Declaro lo siguiente acerca del Señor: «Solo Él es mi refugio, mi lugar seguro; Él es mi Dios y en Él confío. Te rescatará de toda trampa y te protegerá de enfermedades mortales. Con sus plumas te cubrirá y con sus alas te dará refugio. Sus fieles promesas son tu armadura y tu protección. No tengas miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. No temas a la enfermedad que acecha en la oscuridad, ni a la catástrofe que estalla al mediodía» (Salmo 91:2-6; 14-16. NTV).
Liliana Daymar González
Periodista
lili15daymar@hotmail.com