(Liliana Daymar González – Periodista).-
El rey David en los momentos más desesperados, cuando la angustia consumía su alma y la tristeza agotaba sus fuerzas, miraba hacia arriba y decía: «Señor, yo confío en ti. Tú eres mi Dios, en tu mano están mis tiempos» (Salmo 31: 14-15).
Eso es lo que debemos hacer cuando no sabemos qué hacer: Orar, adorar y alabar al Señor. Muchas veces te hayas esperando algo o a alguien, una llamada, un mensaje, una oportunidad, un regreso, una reconciliación, un resultado, una respuesta. En ese tiempo de espera, algunos tienden a desesperarse, la impaciencia les causa estrés y angustia insostenible, porque no saben dónde apoyarse. Pero aquellos que confiamos en Dios, nos aferramos a la «roca protectora», aunque las circunstancias se arremolinen en nuestra contra y pareciera que todo se sale de control, tenemos la certeza de que Aquel que hizo los cielos y la tierra vendrá a socorrernos.
¿Por qué no usas esos momentos de espera para sentarte pacientemente en la presencia de nuestro Salvador? Cuando le entregamos a Dios nuestras cargas y entonamos coros de alabanza su poder se activa en nuestras vidas. David le encomendó a Dios sus tiempos, esto significa que puso en las manos del Señor su vida entera.
El tiempo es un bien no renovable, podemos invertirlo, gastarlo, malbaratarlo, pero nunca atesorarlo. El apóstol Pablo nos exhorta a aprovechar bien los tiempos, porque los días son malos (Efesios 5:16). Como no podemos regresar al pasado para cambiar las cosas que no debimos hacer, ni tampoco viajar al futuro para conocer nuestro destino, contamos únicamente con el presente; el «aquí y ahora» es el tiempo del cual Pablo nos habla, la forma sabia de aprovecharlo, es bebiendo de la Palabra de Dios sorbo a sorbo, minuto a minuto. Y permitiendo que circule por nuestro cuerpo, alma, mente y corazón hasta que se vuelva acción en nuestras vidas. Salomón, el sabio de Israel, dejó escrito que hay un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo. Hay tiempos para nacer, morir, plantar, cosechar, llorar, reír, hablar, callar, odiar, amar… Nuestro problema es que no sabemos aprovechar los tiempos, lloramos cuando debemos reír, hablamos cuando debemos callar, odiamos cuando debemos amar, morimos cuando debemos vivir. Aprovecha tu hoy, celebra la vida, mira que Dios está al control de todas las cosas.
Si hoy te encuentras en un período de espera. Descansa en Dios, aunque parezca que no hay cambios en tus circunstancias, el Espíritu Santo se mueve a tu favor. Y ten en cuenta que si las cosas ocurren de modo diferente a como esperabas, de todos modos, se cumplió la perfecta y soberana voluntad del Señor.
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