(Liliana Daymar González – Periodista).-
Si nos fijamos con atención vemos a diario a mucha gente arrastrar sus cuerpos como si sus encorvadas almas no pudieran con el peso de sus conciencias, no hay alegría en ellos, no viven; sólo existen, hace tiempo yacen muertos en un mundo de vivos. Satanás se ha encargado de recordarles continuamente su pasado, como una grabadora insiste en traerle a la memoria lo que alguna vez dijeron o hicieron, a los familiares fallecidos, divorcios, traiciones, maltratos, abusos, rechazos o cualquier situación desagradable por la que hayan pasado o estén padeciendo. Deliberadamente no pierde oportunidad para enfrentarlos con sus temores y les hace creer con sus mentiras que Dios no es tan bueno como pensaban y todo con el firme propósito de robarles el gozo y el placer de vivir.
Meditando en el asunto percibí la voz de Dios en mi espíritu, dijo: «Escribe a mi pueblo ‘levántate y anda’», entonces tomé la Biblia y busqué donde Jesús dijo esa frase y encontré en Mateo 9 y en Lucas 5:17; la historia de un paralítico que tendido sobre una camilla sus amigos rompen el techo de una vivienda para bajarlo hasta donde se hallaba Jesús. Al ver Él la fe de ellos exclamó: «Ten ánimo hijo; tus pecados te son perdonados». ¿Estaban ellos interesados en que Dios le perdonara sus pecados o en que lo sanara? Obviamente aquellos hombres hicieron toda esa proeza confiados en un milagro de sanidad; sin embargo, Cristo le perdonó sus pecados primero y después lo sanó. Nada hacemos con estar sanos físicamente y ser lisiados espirituales.
Al hacer del pecado un hábito, un deporte o un hobbie muchos no tienen temor de Dios, son engañados y entrampados por el devorador siendo incapaces de confiar en aquel que limpia y purifica con su sangre. Coquetean y se deleitan con los pecados afianzados en la excusa satánica de que hay sólo una vida y una oportunidad.
Un verso bíblico que amo profundamente porque ha despertado en mi las ganas de alcanzar grandes victorias es el exclamado por Nehemías frente al pueblo de Israel: «No estéis triste porque el gozo del Señor es nuestra fortaleza» (Nehemías 8:10).
Hallo profundo gozo cuando siento que con todo lo que hago o digo le saco una sonrisa a Dios, lo imagino guiñando un ojo y aprobando mi conducta. El gozo es un fruto del Espíritu (Gálatas 5:22) y los que somos de Cristo crucificamos diariamente nuestras debilidades, pasiones y deseos carnales para disfrutar del gozo verdadero que es estar en paz con Dios. El gozo santo no depende de las circunstancias externas o de nuestros estados de ánimo, es permanecer en alegría espiritual en todo tiempo (en los buenos y en los malos momentos) y tener la fortaleza del Señor aún en las circunstancias más difíciles.
A diferencia de Beelzebú, Dios no tiene memoria; por su gracia somos perdonados y vivificados desde el mismo momento en que oímos su voz y decidimos levantarnos de entre los muertos para caminar hacia Él, así como lo hizo Lázaro desde su tumba.
Deja de estar por ahí como alma en pena hablando de tu problema, en lugar de eso: «Levántate y anda», Dios te quiere de pie, firme como valiente soldado en medio de la batalla, te quiere ver avanzar, seguir adelante porque Él envió a su único Hijo a la cruz para que tú tuvieras vida en abundancia (Juan 10:10). Su voluntad es que disfrutes el placer de vivir en su presencia. ¡La decisión es tuya!
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