Si la multiplicación de las catástrofes naturales predichas por nuestro Señor Jesucristo para los tiempos del fin de la era pecadora y del gobierno humano en el mundo ya tiene preocupado a gran parte del planeta, siendo apenas «principio de dolores», como Él mismo lo afirma, existe una señal más sutil porque parece «buena e inofensiva» pero no menos importante que incumbe inicialmente a la Iglesia del Señor, pero que signará el período tribulacionista donde gobernará Satanás el mundo para tratar de destruirlo con Israel como norte.
Nos referimos a la apostasía. Significa rebelión contra Dios o cualquier autoridad espiritual. Renegar la fe. Falsear las Escrituras. También es vivir un evangelio de apariencias y no de corazón. Todos los apóstoles nos advierten de ella en sus cartas en el Nuevo Testamento; pero la reseña más clara la hace el apóstol Pablo:
«Hermanos, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo y nuestra reunión con él, les rogamos que no cambien fácilmente de manera de pensar. No se dejen asustar por nadie, ni siquiera por un espíritu, una palabra, o una carta que pretenda aparecer como nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. De ninguna manera se dejen engañar. Porque ese día no vendrá sin que antes venga la apostasía [versiones modernas traducen ‘rebelión’], y se manifieste el hombre de pecado, es decir, el hijo de perdición» (2ª Tesalonicenses 2:1-3. Énfasis añadido).
Una de las manifestaciones más claras de la apostasía o rebelión contra Dios, es el relajamiento de la santidad y de las exigencias bíblicas en el comportamiento de quienes se confiesan cristianos. No apegarse a la Biblia, que es la infalible y santa Palabra de Dios, hace que la iglesia comience a tolerar asuntos morales y espirituales prohibidos a todas luces por el Señor. Dios no cambia ni acepta que cambien sus exigencias y principios de vida y de verdad, justamente eso es lo que principalmente hacen aquellos que apostatan de la fe.
La apostasía cristiana se muestra encubierta a través de acuerdos religiosos conducentes a un más acentuado ecumenismo. De una década a la fecha, organizaciones conformadas por cristianos nacidos de nuevo y hasta propulsores de la Reforma cristiana liderada por Lutero, de la que nació la denominación luterana y posteriormente varias organizaciones protestantes históricas, han vuelto, muchas de ellas, al fuero vaticano, haciendo alianza con el cristianismo pagano de Roma.
Los noticieros cada día dan cuenta del tema del ecumenismo mundial, el cual avanza a pasos agigantados para establecer algo así como lo que acaba de proponer el ex presidente de Israel, Shimon Peres, al papa Francisco, de crear una especie de «ONU de las religiones» para frenar los fundamentalismos religiosos tales como los del Estado Islámico, Al Qaeda, Boko Haram, entre otros. La idea parece buena en principio, pero tras ella subyace todo un plan diabólico que terminará por consumar la ya anunciada alianza y creación de una religión ecuménica mundial que liderará «la bestia» religiosa o «falso profeta», tal y como lo advierte el Señor en el libro de Apocalipsis (13:11-18; también los capítulos 17, 18 y 19:11-21).
Ya muchos de los reconocidos líderes cristianos de Occidente se han reunido con el Papa Francisco y cerrado filas con el cristianismo pagano para hacer de la iglesia nuevamente una sola, cuando la Biblia revela que la iglesia jamás ha sido una sola, pues la que se va con Cristo en el arrebatamiento es la espiritual (el trigo genuino. Mt. 13), mientras que la institucional y carnal (la cizaña. Mt. 13) pasará por la tribulación y será víctima de las garras del despiadado anticristo, corriendo paralela con «Babilonia la grande, la madre de las rameras y abominaciones de la tierra».
Mientras algunos teólogos opinan que el verdadero cristiano no puede abandonar la fe con base en los textos que hablan de la seguridad del creyente (Jn. 10:27-30; Flp. 1:6; Heb. 7:25; 2ª Ti. 1:12); otros observan que varios textos neotestamentarios describen la apostasía y la perdición de quienes un día recibieron la salvación (2ª Ti. 4:10; Heb. 6:4-6; 10:26,27; 1ª Pe. 5:8; 2ª Pe. 2:1; 2:18-22).
La apostasía en los tiempos finales son la más clara señal de la venida de Jesucristo por la Iglesia, debemos cuidarnos de no caer o ser arrastrados por ella, pero también debemos tener en claro que su manifestación es necesaria por ser una señal para la Iglesia verdadera que se va con Cristo; la solución es velar, orar y estudiar las Escrituras.
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