
La industria médica y farmacológica vinculada al pecado está cada día más incipiente. Ya no se conforman con usar el bisturí de manera banal y con asesinar a los seres en gestación (aborto), desde hace unos años vienen practicando intervenciones quirúrgicas para cambiar los órganos sexuales a los interesados; decimos los órganos, porque el género sexual JAMÁS puede ser cambiado, por mucha sicología y bisturí que le que quieran aplicar.
Así como fuimos creados por Dios en el vientre de nuestra madre así permaneceremos y así seremos juzgados por el Señor Creador. Podrán cambiar su aspecto físico, pero el genético jamás. Podrán cambiar el género y el nombre de manera ‘legal’, pero en los libros en el cielo seguirán apareciendo tal y como Dios los envió al mundo.
«Vi también un gran trono blanco, y al que estaba sentado en él… Vi entonces de pie, ante Dios, a los muertos, grandes y pequeños. Unos libros fueron abiertos, y después otro más, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados conforme a sus obras y conforme a lo que estaba anotado en los libros» (Apocalipsis 20:11-12). ¿Sabe desde cuándo se comienzan a anotar en esos libros las obras de cada quien? El Salmo 139 nos lo aclara:
«¡Tú, Señor, diste forma a mis entrañas; tú me formaste en el vientre de mi madre! Te alabo porque tus obras son formidables, porque todo lo que haces es maravilloso. ¡De esto estoy plenamente convencido! Aunque en lo íntimo me diste forma, y en lo más secreto me fui desarrollando, nada de mi cuerpo te fue desconocido. Con tus propios ojos viste mi embrión; todos los días de mi vida ya estaban en tu libro; antes de que me formaras, los anotaste, y no faltó uno solo de ellos» (Salmo 139:13-16). Las obras diarias de cada uno «desde el embrión» ya fueron anotadas por Dios sin que falte una sola de ellas.
Dios es quien decide todo lo referente a nuestra vida: cuándo, dónde, cómo y en qué familia nacemos; con qué sexo nacemos; cuándo naceremos, cuánto viviremos y cuándo moriremos; todo eso está en su soberana voluntad. La vida y todo lo que viene con ella es un reglo de Dios y no debemos cambiar nada a menos que sea lo malo y pecaminoso en bueno y agradable a Dios (Romanos 12:2).
¿Quién le dijo a los padres que sus hijos son de su propiedad?, siguen siendo creación y propiedad de Dios, y fue el Señor quien los puso a cargo de sus padres para que los criaran y cuidaran hasta que alcancen el propósito para el cual Él los envió al mundo; pero jamás para cambiar esa creación y mucho menos degenerarlos y pervertirlos.
Actualmente la gente se cambia el órgano sexual como si estuviera corrigiendo una desviación u obstrucción en las fosas nasales, seguidamente emprenden la carrera por el cambio ‘legal’ de género, hasta terminar casándose con personas de su mismo sexo, y pretenden llamar a eso «normal»; peor aún, pretenden imponérselo al resto de la sociedad, y si alguien se atreve a emitir una opinión contraria, inmediatamente es calificado como ‘homófobo’, ‘intolerante’, entre otros insultantes calificativos.
Todavía está fresco en la mente del venezolano el que una cantante y su esposo sometieron a cirugía a su hija adolescente para ‘convertirla’ en varón y engrosar la cada día más larga lista de ‘transgéneros’ (mejor dicho, trans-órgano sexual, porque el género jamás se cambiará, porque el Dios creador así lo dispuso).
Si unos padres esperaban tener un niño y Dios les envió una niña o viceversa, deben aceptar la voluntad de Él y no tratar de cambiarlos o manipularlos quirúrgica y sicológicamente para satisfacer un deseo frustrado que a todas luces trastoca la voluntad del Señor para con ellos. No tenemos derecho alguno a dañar el futuro de nuestros hijos, más bien si presentan algún tipo de ataque espiritual que les cree confusión de identidad deben corregirlos y encaminarlos correctamente en la vida para que en el futuro no tengan problema alguno con su identidad y propósito en esta tierra.
Releamos el Salmo 139: «¡Tú, Señor, diste forma a mis entrañas; tú me formaste en el vientre de mi madre! Te alabo porque tus obras son formidables, porque todo lo que haces es maravilloso. ¡De esto estoy plenamente convencido! Aunque en lo íntimo me diste forma, y en lo más secreto me fui desarrollando, nada de mi cuerpo te fue desconocido». ¿Queda claro quién nos dio forma en el vientre de nuestra madre? Si sus obras «son formidables» y «maravillosas», ¿cómo se atreven algunos a llamar a Dios imperfecto cambiándose el órgano sexual e inyectándose las hormonas contrarias a su género?
«Nada de mi cuerpo te fue desconocido», por supuesto, porque fue el mismo Señor quien nos creó varón o hembra, «en lo más íntimo nos dio forma» y nos envió al mundo con un propósito que cumplir. ¿Acaso piensan estos degenerados sexuales modernos que con cambiar o trastocar su cuerpo ya cambiaron su creación? Dios nos juzgará según nos creó y por aquello que hicimos estando en vida, todo lo que hayamos cambiado o hecho fuera de su voluntad nos costará la eternidad; a menos que haya un arrepentimiento genuino en vida y se acojan al perdón y la salvación que ofrece Jesucristo. ¡No hay otra manera ni otro camino!
Estamos peor que durante los tiempos de Noé y de Lot (Sodoma y Gomorra), porque ahora se valen del adelanto de la Ciencia para cometer los más sofisticados crímenes físicos y morales en los mismos quirófanos que fueron hechos para sanar y salvar. Antes del diluvio y la destrucción de Sodoma y Gomorra practicaban muchas aberraciones sexuales, pero hoy no solo las practican, juegan a ser Dios y pretenden reformar las leyes humanas para justificar su sacrílego desvarío.
Georges Doumat B