Los cristianos deben desarrollar más discernimiento en el trato con su prójimo dentro de las iglesias y jamás quitar la mirada del Señor para evitar tropezar, puesto que en las congregaciones hay cizaña

Asombra ver la gran cantidad de personas, tanto dentro como fuera de la iglesia, que piensan que todos los que asisten a las congregaciones son como ángeles y muestran su ingenuidad cuando algún cristiano peca o comete un error; pues los asistentes a las iglesias no solo son imperfectos y las congregaciones no son el cielo en la tierra, sino que en medio del creyente fructífero (trigo) cohabita la cizaña (gente tóxica y sin fruto espiritual).
Entre las siete parábolas sobre el reino a las que el Señor hizo referencia en el capítulo 13 del evangelio según Mateo, está una muy esclarecedora que muestra que en la iglesia no todo lo que brilla es oro, conocida como la ‘parábola del trigo y la cizaña’. En la primera parte (vss. 24-30) Jesús expuso la parábola y en la segunda parte se la explica a sus discípulos en privado (vss. 36-43).
En la explicación de la parábola resaltan nueve puntos importantes: —1) El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. 2) El campo es el mundo. 3) La buena semilla son los hijos del reino, y 4) la cizaña son los hijos del maligno. 5) El enemigo que la sembró es el diablo. 6) La siega es el fin del mundo, y 7) los segadores son los ángeles. De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin del mundo. El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y 8) recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces 9) los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga» (énfasis añadido).
Aquí resalta que Jesús siembra la buena semilla que son los genuinos hijos del reino y el diablo siembra la cizaña, quienes representan a los hijos del diablo en medio de los hijos de Dios. Ningún hombre, llámese apóstol, pastor o líder de una iglesia está facultado por Dios para separar (echar de la iglesia) a quien se considere cizaña; solo los ángeles en su debido momento separarán a los buenos de los malos, porque si tratamos de hacerlo los hombres podemos dañar a alguien que sí es trigo (fructífero), porque tal vez quien hoy parece cizaña probablemente en el proceso de transformación se encamine a una vida cristiana recta.
Esto lo decimos porque hay gente que presiona a los pastores de las iglesias por el hecho de que algunos pecan o cometen errores y a priori los catalogan como cizaña. Pues hay algunos especialistas en el siniestro arte de juzgar a su prójimo y querer sacarle la paja de su ojo cuando ellos tienen una viga. Ni los pastores ni ningún líder eclesiástico están autorizados por Dios para juzgar y separar a nadie, ese trabajo le corresponde al Señor y sus ángeles.
La cizaña es una planta que produce espigas anchas y planas cuyos granos contienen un principio tóxico, crece espontáneamente en los sembrados y es muy difícil de extirpar por el peligro de que se arranque una espiga de trigo bueno. La cizaña es el mejor ejemplo de la persona que daña, perjudica o estropea a aquellas que están a su alrededor y vive no solo dando mal testimonio, sino que es de tropiezo a los demás cristianos e impide que quienes no lo son jamás deseen acercarse al Señor y recibir el mensaje del evangelio.
Es de resaltar, que gente cizaña pueden tener dones espirituales, ser usados en milagros y liberación, pero no producir frutos espirituales (Gálatas 5:22-23). Jesús dice: «No todo el que me dice ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: ‘¡Señor, Señor! ¿No profetizamos en tu nombre? ¿En tu nombre no echamos demonios? ¿Y en tu nombre no hicimos muchas obras poderosas?’. Entonces yo les declararé: ‘Nunca les he conocido. ¡Apártense de mí, obradores de maldad!’» (Mateo 7:21-23).
El Señor no conoce a quienes son cizaña, hagan lo que hagan en la iglesia y manifiesten los dones que sea; Él juzga a los cristianos por sus frutos (Mateo 7:17-20). La cizaña se parece al trigo, pero no produce fruto. Cuando la espiga de trigo está madura a causa del fruto se dobla, mientras que la espiga de la cizaña permanece erguida porque no tiene fruto. El cristiano genuino se dobla/inclina ante Dios, mientras que la persona cizaña no, porque en el fondo es orgullosa, soberbia y carece de fruto espiritual.
Los cristianos deben desarrollar más discernimiento en el trato con su prójimo dentro de las iglesias y jamás quitar la mirada del Señor para evitar tropezar, puesto que en las congregaciones hay cizaña; lamentablemente hay gente que se va de la iglesia y se sale del propósito de Dios por causa de la cizaña, en vez de enfocarse en el Señor, comienzan a ver a su alrededor y dejarse influir por personas tóxicas y sin fruto.
Recordemos que estamos en la iglesia por Cristo y para Él, fue el Señor quien nos salvó y nos puso en la iglesia para que crezcamos y maduremos, nunca dañes tu propósito divino por ningún hombre; recuerda, «es preciso que haya disensiones entre ustedes, para que se vea claramente quiénes de ustedes son los que están aprobados» (1ª Corintios 11:19).
La cizaña en la iglesia tiene su porqué, te ayuda en tu formación y madurez; así que pon tu mirada en Cristo y no en los demás. Jesucristo siempre supo quién era Judas Iscariote, pero lo dejó hasta el final a pesar de ser cizaña, ya que finalmente la cizaña cumple una función en la iglesia y en nuestra vida. Así como Dios dejó a Satanás en el mundo para probar quiénes son genuinos y quiénes reprobados, también dejó la cizaña.
Estar en una iglesia no garantiza que sea un genuino cristiano, hay falsos entre los verdaderos, conócelos por su fruto. En la iglesia no todo lo que brilla es oro, así que pon tu mirada en Cristo únicamente y camina apegado a la Biblia, bajo la guianza del Espíritu Santo y alcanzarás tu meta divina.
Georges Doumat B.