(Serafín Contreras Galeano – Pastor, consejero y escritor).-
Al recorrer la historia de la Iglesia nos encontramos con la realidad de que Dios ha usado operaciones diferentes. Sus métodos son distintos. Él siempre cambia sus métodos. Dios abrió una sola vez el Mar Rojo; una sola vez paró el sol a través de Josué; Jesús solo una vez invitó a Pedro a caminar sobre las aguas; y solo una vez fue al Calvario. A veces muchas de sus operaciones nos sorprenden porque van más allá de nuestros propios esquemas. Dios es tan creativo que se resiste a simplemente repetir esquemas. Él mismo lo dijo: «Yo hago nuevas las cosas». Una operación de ayer, de pronto, ya no funciona hoy. Su creatividad va más allá de los límites estrechos de nuestra mente. Sin embargo, aunque entendemos esto, muchas veces tratamos de usar armaduras ajenas, intentando repetir operaciones que hoy ya no encajan.
Uno puede gozarse en la historia de la Iglesia, al estudiar la manera cómo Dios operó ayer y, aunque tratemos de ponernos esa armadura, sólo produciremos ruido; porque hoy, de pronto, ya Dios no quiere que usemos armaduras, sino que vayamos solo con una honda y unas piedras lisas.
Es triste encontrar, en muchos pueblos de América Latina, centenares de iglesias y de ministerios que lo único que pueden mostrar es su intento desesperado de repetir en su quehacer la operación de ayer que ya no encaja hoy. David dijo: «No, esto no me sirve, déjeme ir con mi método y mi estrategia; parecen sencillas, pero me siento cómodo con mi honda y mis piedras».
Las operaciones divinas me sorprenden porque, muchas veces, me hacen parecer como un tonto.
Como un tonto parecía David con una honda y unas piedras frente a un experto y bien armado guerrero.
Como un tonto parecía Noé construyendo un arca; y como un tonto parecía Abraham listo a sacrificar a su hijo; pero lo que para el ojo humano parece tonto puede ser una operación divina fuera de la caja de nuestra incapacidad mental.
Muchos movimientos del Espíritu parecerán no lógicos.
Lo más hermoso del mover del Espíritu será preocuparnos menos de lo que la gente piensa y lanzarnos más y más hacia lo que Dios está impulsándonos.
Esto no significa que no seamos prudentes y sabios y sobre todo que estemos seguros que estamos obedeciendo a Dios y no simplemente repitiendo lo que otros «atrevidos, insensibles o desesperados» hacen para impresionar sin que Dios les haya dirigido.
Estemos abiertos a las operaciones únicas de Dios y caminemos en obediencia a su hermosa dirección y no seremos jamás avergonzados.