La siguiente es una entrevista imaginaria que le realizamos al destacado ministro de Jesucristo y padre de la Reforma Protestante, el Dr. Martín Lutero; aunque ficticia, no está para nada alejada de la realidad actual de la iglesia (institucional/humana) y de la Iglesia (espiritual/cuerpo de Cristo).
– Estoy muy agradecido con Dios que después de casi cinco siglos (1517) de aquel difícil pero necesario paso que tuve que dar por motivos de conciencia y de justicia en favor de la autoridad de la Palabra de Dios por sobre toda autoridad y de Jesucristo como nuestro único Señor y Salvador, siempre impelido por el Espíritu Santo. Lo hice y lo volvería a hacer mil veces más.
Precisamente, muchos en la iglesia de hoy parece que olvidaron el duro tiempo y los peligros vividos por usted, respetado Martín, porque están alivianando las exigencias del Evangelio y están retrotrayéndose a los tiempos previos a la Reforma que usted y varios lideraron a costa de sus vidas.
– Sabes, eso es muy triste, tanto Jesucristo como los apóstoles y nosotros los reformadores, sabíamos que en los tiempos finales la iglesia entraría en un tiempo de apostasía, pero lo que más me duele -y creo que le duele también a mis predecesores Juan Wycliffe, Juan Hus, Jerónimo Savonarola y otros- es ver cómo tantas vidas de fieles discípulos de Cristo pusieron sus vidas para romper con la corrupción y paganización de la iglesia encarnada por el Vaticano y sus adláteres, y hoy tan alegremente los herederos de la Reforma Protestante vuelven a caer en las redes satánicas de la dogmatización y corrupción de Roma. ¡Traidores, apóstatas!; sí, traidores al Señor y a los reformadores y mártires de la historia.
Se cumple en ellos lo dicho por Salomón y repetido por el apóstol Pedro: «Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno» (2ª Pedro 2:22). En verdad no comprendo cómo pueden ser tan necios y ciegos a la revelación de la Palabra de Dios; las Sagradas Escrituras ordenan: «Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas; porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades» (Apoc. 18:4-5); si Dios nos usó a un alto costo para reformar Su Iglesia y sacarla de Babilonia la ramera ¿cómo es posible que hoy algunos sea tan necios para volver a caer en sus garras? La orden siempre ha sido «salir de ella» y volverse al puro Evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Pero ellos aducen estar guardando los postulados de la Reforma…
– ¡Pamplinas! Puede que guarden los cinco fundamentos de la Reforma Protestante que son: Sola Fe, Sola Escritura, Sólo Cristo, Sola Gracia, Sólo a Dios sea la gloria; pero en el fondo con su inclinación ecuménica están destruyendo con los pies lo que construimos hace más de 500 años a precio de persecución y muerte. El solo tratar de buscar puntos coincidentes entre la depravación romana y el santo Evangelio, es ya una grosería, una traición al Señor que los salvó y un tan alto precio que puede acabarlos en el mismo infierno, bien claro lo describe el libro de Apokalupsis.
Como una vez escribí: “La superstición, la idolatría y la hipocresía cuentan con grandes salarios, la verdad es mendiga”, cuidémonos de eso; por ello no comprendo cómo caen de manera tan fácil, han sido fascinados por el espíritu del falso profeta y se aventuran a participar en la entronización del perverso anticristo… Eso si es triste y doloroso. Una vez dije que “la fe debe sofocar toda razón, sentido común y entendimiento”, si oyeran la voz del Espíritu Santo y volvieran a los principios de la Biblia jamás se perderán. Nunca olviden que “cuando Dios construye una iglesia, el diablo construye una capilla”; somos la gloriosa Iglesia de Jesucristo, no la capilla ramera a quien Dios juzgó y se acerca su destrucción final…
Algo que desee agregar…
– Si, lo que dicen las mismas Escrituras: «Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la arrojó en el mar, diciendo: Con el mismo ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca más será hallada. Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti; y ningún artífice de oficio alguno se hallará más en ti, ni ruido de molino se oirá más en ti. Luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de esposo y de esposa se oirá más en ti; porque tus mercaderes eran los grandes de la tierra; pues por tus hechicerías fueron engañadas todas las naciones. Y en ella se halló la sangre de los profetas y de los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra» (Apoc. 18:21-24). Veis, aun hasta la sangre de los reformadores también.
¡Salid de ella pueblo mío! Nosotros rompimos con Roma y fuimos instrumentos de Dios para traer una Reforma a Su Iglesia, no vuelvan ustedes a ella y menos pacten con ella, porque será como la ramera que jura amor eterno al novio… Jamás se puede confiar ni en una ramera ni en tal amor… Sólo el amor del Señor es genuino y eterno.
Gracias distinguido hermano.
– Por nada. Te encarezco que lo publiques tal cual, no le quites ni una tilde…
No faltaba más… Nunca lo hemos hecho.
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