En estos días convulsos y plagados de diferentes géneros de violencia y muerte, no sólo en Venezuela, sino en el mundo entero, uno esperaría que estos hechos sangrientos vinieran sólo del hampa, sicariato, narcotráfico y de guerras; pero cuando metemos la lupa más a fondo nos damos cuenta que los peores hechos sangrientos vienen por parte de quienes dicen conocer a Dios y son gente «pacificadora».
El pasado mes la revista MuyInteresante.es lanzó una encuesta que arrojó resultados sorprendentes, no sólo por la veracidad de las cifras, sino por lo clara que está la gente hoy en día acerca del tema de las guerras y la violencia. La pregunta fue: «¿La religión ha causado las guerras más crueles de la Historia?».
El resultado arrojó que un 82% respondió que «Sí». El mejor ejemplo lo tenemos en el actual conflicto entre Oriente y Occidente. El restante 18% dijo «No». Las diferencias políticas y sociales han sido el motivo de las peores contiendas.
Por su parte, el ex primer ministro británico Tony Blair escribió en The Observer, el pasado 26 de enero, culpando «al extremismo religioso por guerras venideras»; urgiendo a los gobiernos occidentales de la necesidad de realizar una estrategia para la lucha contra el terrorismo que pase por atender a los peligros del extremismo religioso y la «perversión de la fe».
¿Acaso el extremismo religioso es de nueva data? ¿No está plagada la Historia de la humanidad de guerras lanzadas por esa “perversión de la fe”? Las religiones del mundo siempre han manejado un sentido de exclusividad o algo así como un «copyright de Dios» como patente para cometer las más grandes atrocidades lanzadas desde sus respectivos púlpitos.
¿Quién puede olvidar las absurdas, sangrientas y antibíblicas guerras que las Cruzadas de Roma hicieron para «cristianizar» y tomar territorio por las malas? Los seguidores de Jesucristo somos pacíficos «ponemos la otra mejilla, perdonamos a los que nos persiguen y ultrajan y bendecimos a quienes nos maldicen. Esas guerras «en el nombre de cristo» -así, con minúscula-, exacerbaron los ánimos de los no menos guerreros y sanguinarios musulmanes para ripostarles, «en el nombre de Alá», a sus oponentes vaticanos.
Hemos dado sólo un ejemplo, pero huelgan otros de guerras religiosas e inquisiciones, donde el denominador común es «matar usando como excusa a Dios». Y es que tanto católicos como musulmanes, por cierto, las dos más grandes religiones del mundo, se pelean el primer lugar en agresiones a quienes no comparten sus creencias, tanto unos como otros luchan por la supremacía del hipócrita mercado religioso mundial. Ambas religiones matan «en nombre de Dios» y persiguen a los verdaderos hijos del Señor, los cristianos renacidos.
Ya el propio Jesucristo nos advirtió a los que somos sus discípulos lo que vendría tras su partida al cielo: «Les dije esto para que nadie haga tambalear su fe. Ellos los expulsarán de la sinagoga, de hecho, va a llegar el día en que todo el que mate a uno de ustedes pensará que está sirviendo a Dios. Harán esto porque no me conocen a mí ni a mi Padre. Pero les digo esto para que cuando llegue ese momento, recuerden que yo se lo había dicho a ustedes» (Juan 16:1-4. PDT -énfasis añadido-).
Que un antisocial violente y le quite la vida a alguien, que las guerras entre naciones y pueblos sucedan, eso lo dice la Biblia; pero la peor de las violencias es la que proviene de esta suerte de antisociales de largos ropajes que con su apariencia de piedad persiguen a quienes no profesan sus creencias. Si Dios le ha dado libre albedrío al hombre, con su consabida consecuencia, ¿quiénes se creen los religiosos para perseguir y matar a quienes no están de acuerdo con ellos?
Mateo 23 es lo más cercano a este tipo de gente «limpia por fuera» pero «llena de putrefacción por dentro»; descomposición espiritual que permea en violencia, guerras y muerte. ¿Habrá una violencia peor que esta?
director@verdadyvida.org
@georgesdoumat