La pregunta sigue siendo, ¿qué es lo permanente y lo transitorio; lo variable o lo general en la Palabra?

¿Sabemos distinguir entre lo permanente y lo temporal en la Escritura? La pregunta es valiosa si pensamos en que lo que aceptamos como norma de fe ―indefectiblemente― tiene una obligación ética, una expresión práctica.
¿Qué pasaría si creyéramos hoy en el apedreamiento de los hijos rebeldes como en la antigüedad? ¿O si le damos una mezcla de agua y ceniza tomada de un fogón “sagrado” a la mujer sospechosa de adulterio? ¿Cómo practicaríamos el mandato de dejarlo todo por seguir a Cristo? ¿Cómo aplicamos a la mujer la carga virtuosa que le confiere Proverbios 31? Se ha escuchado de líderes que se han considerado patriarcas con todo el derecho de tener varias esposas; o sacerdotes fundamentándose en el Antiguo Testamento, ¿tiene sentido? ¿Cómo estableceríamos hoy ciudades de refugio? La pregunta sigue siendo, ¿qué es lo permanente y lo transitorio; lo variable o lo general en la Palabra?
Tal vez usted pueda citar algunos buenos ejemplos contemporáneos, pero tengamos claro que este es un punto al que hay que aplicarle las reglas de interpretación. Un asunto se considera permanente cuando está “por encima de circunstancias cambiantes, y temporal aquello que más que a los principios básicos de la Escritura responde y corresponde a situaciones concretas, particulares y pasajeras, dadas en un lugar y en un tiempo determinados” (Martínez).
Es temporal ―por ejemplo― la figura del “ungido de Jehová”, pues hoy toda la iglesia es ungida ya que tiene al Espíritu Santo, es decir, la unción (1ª Corintios 3:16). Sin embargo, obviar esta distinción ha terminado por levantar líderes con revelaciones personalistas y a creyentes que, como ciegas ovejas, han sido llevados a la muerte.
No todo es permanente en la Palabra; y no distinguirlo, ha sido y seguirá siendo fuente de extrañas doctrinas que seguirán desviando a la iglesia. Estemos en guardia.
Eduardo Padrón
Pastor, comunicador y escritor
edupadron@gmail.com