
“El hombre saciado desprecia el panal de miel; pero al hambriento todo lo amargo es dulce” (Proverbios 27:7).
Nuestro proverbio nos muestra que hay algo en la saciedad y en la necesidad que definitivamente determina el estilo de vida. El proverbio no es una perogrullada que apunta al hambre solo como una motivación natural. Es una parábola (Kidner) que muestra más bien la disposición de las personas.
“El hombre saciado desprecia el panal de miel”. Posiblemente en la antigüedad nada sería tan alimenticio como la miel. Jonathan aclaró su vista con tan solo probarla. Pero quien está saciado, hasta la miel lo empalaga. La saciedad es definida como una “hartura, una satisfacción excesiva de un deseo o necesidad” (Espasa). Como ya no se siente necesidad ignora incluso la ajena. Es la disposición de quien ha roto con el equilibrio en su vida. Proverbios 25:26 enseña: “¿Hallaste miel? Come lo que te basta, no sea que hastiado de ella la vomites”.
“Pero al hambriento lo amargo es dulce”. Luce extrema la palabra “hambriento”. Sin embargo, el hambre como necesidad natural es una motivación adecuada que también determina una sana disposición al trabajo y lo más seguro es que nos haga más sensibles. Proverbios 16:16 enseña: “El alma del que trabaja, trabaja para sí, porque su boca le estimula”.
En lo dicho encuentro un paralelismo con la vida espiritual. En ella la verdad nunca empalaga. Más bien Dios nos da su comprensión en la medida que podamos asimilarla. Es difícil hallar a un creyente saciado, pero necesitados hay muchos y el peligro está más bien en no distinguir lo amargo de lo dulce. Hoy se busca saciar la necesidad espiritual con nuevas “revelaciones” y seguimientos ciegos a un líder. Esto se ha vuelto muy natural. Por tanto, urge recobrar el sano equilibrio. ¿Qué pienso de eso?
Eduardo Padrón
Pastor, comunicador y escritor
edupadron@gmail.com